“Y de la manera que está
establecido
para los hombres que
mueran una sola vez,
y después de esto el
juicio.”
Hebreos 9:27
E |
sta frase del libro de Hebreos descarta totalmente la creencia en la transmigración de las almas, que el alma humana pueda ir a través de sucesivas vidas de un cuerpo a otro, la llamada reencarnación o posibilidad de vivir más de una vez. La Palabra de Dios es tajante en este punto: Los seres humanos viven una sola vez. Esta realidad es muy importante pues nos obliga a procurarnos una vida correcta ante Dios, aprovechar al máximo el poco tiempo de vida que tenemos y a buscar a Dios antes que nos sobrevenga la muerte.
Es propio de religiones orientales como el budismo y el hinduismo, la creencia en la reencarnación. Algunos piensan que se puede reencarnar, después de morir, en un animal y eso da pie a un respeto mayor por la vida de las criaturas. Otros creen que sólo se reencarna en otro ser humano pero de un nivel social distinto y que habría un propósito educativo o formativo en ello. Así el ser se reencarnaría en una gran cantidad de personas a través de los siglos, hasta alcanzar un estado de perfección. Los cristianos, como judíos y musulmanes, no creemos así y pensamos que Dios nos ha dado esta única oportunidad de vivir, pero que tenemos una gran esperanza en otra vida. No creemos en la reencarnación pero sí creemos en la resurrección, lo que está escrito en la Biblia y explicitado en el Credo e los Apóstoles que dice “creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”.
La brevedad de la vida en la tierra determina que nos procuremos lo mejor. Los que no conocen a Dios buscan el placer y la realización personal; los que hemos tenido un encuentro con Dios ansiamos cumplir Su voluntad en nuestra vida, para lo cual le buscamos permanentemente en oración. También tratamos siempre de obedecer Su Palabra y las enseñanzas de los ministros de la Iglesia.
Porque la vida es corta, no más de 80 a 100 años, deseamos hacer todo lo necesario para cumplir nuestros propósitos, seamos o no creyentes. Si no lo soy trataré de vivir al máximo y alcanzar logros personales; si soy un discípulo de Jesús seguiré los consejos bíblicos para administrar lo mejor posible mi tiempo:
A) Aprovechar el tiempo. “15 Mirad, pues, con diligencia cómo
andéis, no como necios sino como sabios, / 16 aprovechando bien el tiempo,
porque los días son malos.” (Efesios
5:15,16)
B) Distribuir el tiempo racionalmente. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere
debajo del cielo tiene su hora.”
(Eclesiastés 3:1)
C) Evangelizar en todo tiempo. “1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, / 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” (2 Timoteo 4:1,2)
Como la vida es “como la flor de la hierba”, brevísima, se nos aconseja buscar a Dios lo más tempranamente:
A) Buscarlo en la juventud. “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes
que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en
ellos contentamiento” (Eclesiastés
12:1)
B) Buscarlo continuamente. “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” (Salmos 34:1)
Por último, en medio de esta cortedad de días, años y unas pocas décadas, necesitamos administrar el tiempo de vida con inteligencia y sabiduría espiritual para sacar el máximo provecho de nuestra persona, en beneficio de la obra de Dios en esta tierra y de la familia, como para que el juicio del Señor a nuestro comportamiento en esta existencia sea positivo:
“Enséñanos de
tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.” (Salmos
90:12)
©
Pastor Iván Tapia
pastorivantapia1983@gmail.com
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