martes, 1 de mayo de 2018

UNA SENCILLA LECCIÓN.


 
 

“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,
así también haced vosotros con ellos;
porque esto es la ley y los profetas.”
San Mateo 7:12

 

 

L
a ley y los profetas eran los libros sagrados de los hebreos, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento. Todas las enseñanzas de esos libros las resume Jesús en esta sola frase: “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.  

Es decir: Traten a otros como te gusta que te traten a ti. Procurar agradar a los demás, poniéndome en su lugar es algo tan simple. En una relación de amor se puede comprender perfectamente: Damos al ser amado aquello que a nosotros nos agrada porque sabemos que así se sentirá feliz. ¡Qué buena forma de conocer al prójimo! Conociéndose a sí mismo. 

Me agrada que se dirijan a mi persona con buenas palabras, con delicadeza y sin insultos ni groserías; pues entonces haré yo lo mismo con mi familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc. Me gusta que me brinden ayuda cuando estoy cansado o cuando estoy en problemas, y si me quejo de dolor o fatiga me comprendan y no me regañen ni se burlen de mí; entonces cuando encuentre a un semejante con pesados bultos o metido en un problema, le ayudaré con su carga y le acompañaré amablemente para encontrar una solución. Cada persona sabe lo que le es grato, por tanto puede dar aquello al prójimo. 

Este gran libro llamado Biblia es pródigo en ejemplos y estilos de escritura, para que de una u otra forma, dada la diversidad de pensamientos y formas de sentir humanos, todos puedan aprender algo tan sencillo como “amar al prójimo como a sí mismo”.
 
 
 

UNA TAREA CONCRETA.


 
 

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”
San Marcos 10:45

 

 

N
uestro Líder y Maestro nos dejó ejemplo de cuál es nuestra misión en la Tierra. Él, Señor, Creador de todas las cosas, se puso al servicio del Hombre. Claramente lo demostró aquel día de su última cena pascual, cuando arrodillado a los pies de Sus discípulos, con una toalla y un lavatorio, procedió a lavar los pies de ellos, empolvados por el duro trabajo diario, el caminar en los senderos polvorientos de este mundo, cansados y sucios de pecado. Así están los pies de tanta gente, necesitada no de crítica ni regaños, sino de nuestra comprensión, ayuda, apoyo, en fin del amor del Maestro.  

Como “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” así también nosotros, Sus seguidores, no hemos sido dejados aquí para que nos adulen, agradezcan, aplaudan y sirvan, sino para ser sus servidores, sus prójimos. La gente no requiere tantas palabras como hechos coherentes, actos de sincero amor, obras buenas, como escucharles, aceptarles, comprenderlos, entregarles alguna palabra de orientación o sencillamente sonreírles.  

Jesús entregó Su vida para rescatar a muchos. Esos “muchos” están esperando que usted y yo le mostremos y demostremos el amor de Dios.