miércoles, 27 de diciembre de 2017

ILUMINADOS POR DIOS


 

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
San Mateo 5:16
 

E
l hombre y la mujer sin Dios andan en tinieblas. Pueden iluminar con una sonrisa, alegrar con un buen chiste, hasta dar un consejo, pueden ser buenas personas con una vida moralmente correcta, pero en su interior no tener la luz verdadera. La tiniebla trae desazón, tristeza, soledad, y puede llevar a una persona a tomar decisiones tan drásticas como el suicidio, o bien a vivir sólo para lo material y externo. Hay un vacío espiritual en quien vive en tinieblas, le falta la luz de Dios en su interior, como si a un fruto le faltara el cuesco o la semilla. El ser humano no sólo es cuerpo y mente, también es espíritu y éste necesita ser iluminado por el Espíritu de Dios para vivir en luz. 

Alumbrar con nuestra luz delante de los hombres es iluminar con la luz que Cristo nos ha dado, una luz plena de amor y misericordia; una luz que no juzga ni condena, sino que perdona;  una luz que produce esperanza en la vida eterna y las ciertas promesas de Dios; una luz que da confianza, que transmite fe en el Creador y Salvador de todos. La única forma de poder iluminar con buenas acciones, conductas de acuerdo al amor del Padre, virtudes de Jesucristo, es teniendo la luz de Su Espíritu en nosotros. Por eso es muy importante que ahora usted busque a Dios y le pida esa luz. Él es un Padre Bueno que, como todo padre, dará lo mejor a Sus hijos. 

Glorificar al Padre es reconocerlo como el Creador del Universo; es reconocerlo como Aquél que dio a Su Hijo para nuestra salvación; glorificar al Padre es amarlo, agradecerle y alabarlo por cuanta cosa buena ha hecho por nosotros. Cuando tenemos Su Espíritu luminoso brillando en nosotros, todo lo que hagamos iluminará a nuestro prójimo y así los demás glorificarán a Dios por lo que Él ha hecho en nuestras vidas. “Miren cuánto ha cambiado”, dirán, “desde que sigue a Jesús es una persona diferente”, “ya no es ese egoísta, orgulloso o falto de caridad, que era antes”. Sí, que la luz de Dios alumbre en su vida. Eso queremos para usted, para nuestros amigos, para los familiares y, por cierto, para nosotros, que la luz de Dios ilumine los espíritus. 

 

lunes, 27 de noviembre de 2017

NO TE CANSES DE HACER BIEN



 

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. / Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.”
Gálatas 6:9-10

 

A
veces nos desanimamos por la escasa o nula respuesta de las personas a nuestros intentos de ayudarles; o porque no obtenemos un resultado de una acción generosa de nuestra parte. Nos cansamos, nos desmotivamos al no haber respuesta; quizás dependemos demasiado de una respuesta para hacer el bien. No debiera ser así y sólo contentarnos con el puro hecho de ayudar, servir, amar, sin esperar ninguna recompensa, ni siquiera la gratitud del otro.  

Por un lado tenemos nuestro error de abrigar expectativas del ser humano y no de Dios. La mirada del creyente que sirve a su prójimo, debe estar puesta en primer lugar en Cristo: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (San Mateo 25:40 

Por otro lado está el error del prójimo caído, naturalmente ingrato y poco feliz, incapaz de apreciar el amor verdadero de Dios. Necesitamos desarrollar paciencia con ellos y ellos despertar de su sueño y abrir sus corazones al llamado de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (San Mateo 11:28) 

Así es que, cada vez que el Señor ponga delante suyo alguien a quien ayudar con un consejo, una palabra de Dios, un apoyo material o sencillamente su atención, hágalo con fe sencilla y amor verdadero, como para el Señor: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;  / sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Colosenses 3:23,24)
 
 
 

martes, 24 de octubre de 2017

PESCADORES DE HOMBRES


 

“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
San Mateo 4:19 

 

U
n pescador sabe utilizar redes, cañas, anzuelos, carnadas; conoce las mareas y el océano en todos sus comportamientos, el hábitat de diversos peces; conoce sus costumbres y los identifica tanto individualmente como en cardúmenes. Él trabaja pescándolos para que nos sirvan de alimento. 

Ese era el oficio de los primeros discípulos de Jesús, como lo relata el Evangelio: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. / Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. / Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. / Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. / Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” (San Mateo 4:18-22) 

Jesús les transformaría de pescadores de peces en “pescadores de hombres”, es decir pescadores de vidas para el Reino de Dios. Durante tres años los capacitaría, por medio del discipulado, viviendo con ellos, dándoles ejemplo y enseñándoles a comunicar Su mensaje de salvación. Además les implementaría con Su Espíritu de poder para sanar a los enfermos y liberar a los poseídos por el diablo. 

Este rol no era sólo para los apóstoles. Ha sido y es una misión para todo cristiano. Jesús nos ha llamado a ser pescadores de esas vidas que habitan el océano de las tinieblas para vivir una nueva realidad en el océano de la luz del Señor Jesucristo. ¿Cómo podremos ser capacitados? El primer paso es seguirlo a Él, como lo afirma en estas palabras: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.” (San Mateo 4:18 – Dios Habla Hoy) 

Antes de pensar en ser un evangelizador necesitamos someternos a Él, quien es el Maestro que podrá capacitarnos en esta trascendente misión. Por ello, le invito a unirse al Señor entregándole su vida, reconociendo errores y pecados, y disponiéndose en Sus manos. Le recomiendo que lo haga con toda sinceridad y Él le acogerá con amor, indicándole en Su Palabra escrita en la Biblia, Su voluntad para usted. Le prometo que no será defraudado.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

CÓMO ALCANZAR UNA VIDA VIRTUOSA.

 


“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Romanos 12:2

 

C
uando la Palabra habla de conformarse, aquí se refiere a tomar la forma o amoldarse a este mundo y sus falsos valores. Por supuesto que hay algunas cosas que andan bien, pero hay todo un sistema que propicia el materialismo, la mentira, la sensualidad, la corrupción... Es aquello a lo que no debemos rendirnos, “conformarnos”.  

Transformación es lo que aconseja el Señor, que se produzca una metamorfosis, un cambio profundo. No tan sólo un cambio de palabras y costumbres, sino un cambio de ideas, de mentalidad, de enfoque de la vida. Jesús impulsa un cambio de valores; quiere producir una vida virtuosa.  

Esa transformación sólo es posible por medio de la renovación de la mente o entendimiento. Necesitamos comprender la vida ya no desde la lógica de la competencia, de la búsqueda del éxito, del poder, del dinero o del placer, sino desde una nueva perspectiva, la de la fe en Dios, el amor a Él y a todo lo creado, la esperanza de un mundo mejor y con una conciencia en paz. 

Cuando Cristo renueva la mente de la persona, comienzan a observarse cambios en ella, en su vida, en su modo de pensar, sentir, hablar y actuar. Recién en ese momento se puede comprobar la voluntad de Dios. Mientras no vivamos esta experiencia no podemos decir que conocemos la voluntad del Señor, pues para Él conocer es experimentar.
 
 
 
 

sábado, 15 de julio de 2017

EN POS DEL MAESTRO


 
 


 

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
San Lucas 9:23

 

E
ste era el llamado del Maestro a quien quisiera ser Su discípulo. Una cosa es creer en Jesús, ser un admirador de Su vida y enseñanzas, y otra ser un discípulo Suyo. En términos actuales, podríamos decir que es muy distinto ser un fans de Jesús, que siempre está al tanto de Sus prédicas y eventos, pero muy diferente es pertenecer a Su equipo. Un discípulo es alguien cercano al Maestro, uno que no sólo escucha y admira Su Evangelio sino que también lo pone en práctica. 

Él nos dice: Si quieres ser parte de Mi equipo, niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme a donde Yo quiera llevarte. En muchas oportunidades el discípulo tendrá que escoger entre lo que le place y lo que conviene al Reino de Jesús; esto es negarse a sí mismo. Tomar la cruz es aceptar aquellos dolores que la vida da a cada persona en este mundo; para unos es una enfermedad incurable o una discapacidad, una situación social difícil, una debilidad o la ausencia de alguien que se amó. Tal dolor se entrega a Cristo, quien sufrió todo el dolor de la Humanidad en la cruz del monte Calvario. Cada día habrá de tomar su cruz el discípulo y seguir al Maestro con fe, amor y esperanza. Es el camino que Jesús nos invita a recorrer junto a Él.
 
 

lunes, 27 de marzo de 2017

ORACIÓN DIARIA


 

 

“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.” (Salmos 55:17)
 

E
stas palabras forman parte de la plegaria que eleva el rey David a Dios, pidiendo la destrucción de sus enemigos traicioneros. Dice que con furor lo persiguen y que llega a sentir tanto miedo que quisiera volar lejos, como una paloma. Sólo ve maldad, corrupción y violencia en la ciudad. Su propia sangre le persigue y quiere matarlo. Mas él confía plenamente en Dios pues sabe que si echa sobre el Señor su carga, Él le sostendrá. Confía en Dios que “No dejará para siempre caído al justo” (Salmos 55:22)  

A pesar de la fe de este rey en Jehová, su Dios; a pesar de sus riquezas, magnificencia y poder; a pesar de disfrutar del amor de sus esposas y concubinas; de sus triunfos en batallas; a pesar de sus dones artísticos como salmista, poeta y músico; en fin a pesar de todas las bendiciones que le dio el Señor, también tuvo su cuota de sufrimiento, ya producto de la disciplina que Dios quería darle, ya de su propia desobediencia y pecado. Fue cruelmente perseguido a muerte en su juventud por el envidioso rey Saúl; y ya mayor fue odiado por su propio hijo, Absalón, quien muere en forma trágica. 

Como David, todo ser humano se verá en la vida enfrentado a situaciones de conflicto y dolor. Y también, como él, podemos confiar en Dios y echar sobre Él nuestras cargas. La fórmula es muy sencilla, tener un breve encuentro personal con Jesús cada día en tres momentos: por la mañana, al mediodía y por la tarde. La promesa de la Palabra de Dios es que Dios oirá nuestra oración. 

Le invito a hacer suyo este versículo y ponerlo en práctica desde ahora:
 
“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.”