jueves, 10 de julio de 2008

LA LÁMPARA DEL SER

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; / pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” San Mateo 6:22,23

Cuando Jesucristo se refiere a “cuerpo”, en este pasaje, está señalando toda la persona y no lo que hoy nosotros designamos como soma o lo físico. Dice el Maestro que nuestros ojos son como una lámpara para el cuerpo o la persona entera. ¿A qué se estará refiriendo con “ojo”? El órgano de la visión es el que nos permite, sin tocar las cosas, ya emitir un juicio sobre ellas. Es evidente que Jesús se refiere a la conciencia. Quien juzga las cosas como pecaminosas las hace pecaminosas. Si usted considera que comer o beber determinado alimento es algo que Dios prohíbe, al hacerlo se sentirá pecador y totalmente contaminado por la maldad. San Pablo dirá después “Todo lo que el hombre hace sin fe es pecado” (Romanos 14:23). Si tiene una conciencia limpia, si no anda por el mundo juzgándolo todo y poniendo bajo su “lupa legalista” todas las cosas, entonces usted será libre, tendrá en cierto modo la inocencia de los primeros padres, que andaban desnudos y no se sentían sucios ni culpables, sin embargo cuando entró la malicia en ellos, por el pecado, quisieron cubrirse.

“Si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas” agrega Jesús, es decir si miras las cosas de un modo negativo, todo tu pensamiento, emocionalidad y modo de actuar se volverá oscuro. Por ejemplo, frente a un desnudo fotográfico podemos pensar que es un atentado a la moral, un insulto a la decencia y la prudencia, algo de las tinieblas, una maniobra del diablo que quiere corromper esta sociedad; y ese juicio nos hará tomar una actitud negativa y agresiva hacia toda persona que piense lo contrario, llevándonos incluso a enfermarnos físicamente. Si optamos por la opción de que es una expresión más de arte, que responde a una intención estética y no moralizadora, no sólo podremos disfrutar de esa obra sino también mantenernos limpios de toda contaminación de pecado y culpa. Este ejemplo es válido sólo para aquello que es auténticamente una obra de arte y no para la vulgaridad ni la pornografía.

El ojo del alma es la conciencia. Cuando está bien formada sabe distinguir perfectamente lo bueno de lo malo. El autor de Hebreos nos habla de la triste condición de los creyentes que no han desarrollado su conciencia al grado de poder discernir entre lo bueno y lo malo: "Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. / Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; / pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal." (Hebreos 5:12-14)

Los cristianos somos hijos de la luz, la Verdad y el Amor de Dios; somos guiados por la luz de Su Palabra y de Su Espíritu Santo; vivimos en Su luz porque estamos en Su Reino, que no es de tinieblas sino de luz. No puede existir tinieblas, oscuridad, dentro de nosotros. “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” nos recuerda el Señor. Pensar de modo oscuro, juzgar todas las cosas como pecado, tener una conciencia que todo lo sataniza, hará mucho mal a nuestro ser y a quienes nos rodean; por otro lado, no tener la capacidad de discernir cuando algo no está bien, también es peligroso pues se espera de nosotros que seamos esa lámpara puesta en lo alto del dintel, que ilumina toda la casa. Somos luz del mundo porque llevamos dentro de nosotros una lucecita encendida: nuestra conciencia guiada por el Espíritu Santo (Romanos 9:1).

“Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. / La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. / Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. / Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.” San Lucas 11:33-36

Amados discípulos: eduquemos la conciencia en la Verdad y la Ley de Dios, con Su justicia y misericordia, para juzgar rectamente y sobre todo, para que nuestro ojo sea limpio. Dejemos toda causa bajo el juicio del único Juez Justo, nuestro Dios. El Señor nos ayude.
Busca Su Rostro cada mañana.