“Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
San Mateo 5:16
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hombre y la mujer sin Dios andan en tinieblas. Pueden iluminar con una sonrisa,
alegrar con un buen chiste, hasta dar un consejo, pueden ser buenas personas
con una vida moralmente correcta, pero en su interior no tener la luz
verdadera. La tiniebla trae desazón, tristeza, soledad, y puede llevar a una
persona a tomar decisiones tan drásticas como el suicidio, o bien a vivir sólo
para lo material y externo. Hay un vacío espiritual en quien vive en tinieblas,
le falta la luz de Dios en su interior, como si a un fruto le faltara el cuesco
o la semilla. El ser humano no sólo es cuerpo y mente, también es espíritu y
éste necesita ser iluminado por el Espíritu de Dios para vivir en luz.
Alumbrar
con nuestra luz delante de los hombres es iluminar con la luz que Cristo nos ha
dado, una luz plena de amor y misericordia; una luz que no juzga ni condena,
sino que perdona; una luz que produce
esperanza en la vida eterna y las ciertas promesas de Dios; una luz que da confianza,
que transmite fe en el Creador y Salvador de todos. La única forma de poder
iluminar con buenas acciones, conductas de acuerdo al amor del Padre, virtudes
de Jesucristo, es teniendo la luz de Su Espíritu en nosotros. Por eso es muy
importante que ahora usted busque a Dios y le pida esa luz. Él es un Padre
Bueno que, como todo padre, dará lo mejor a Sus hijos.
Glorificar
al Padre es reconocerlo como el Creador del Universo; es reconocerlo como Aquél
que dio a Su Hijo para nuestra salvación; glorificar al Padre es amarlo,
agradecerle y alabarlo por cuanta cosa buena ha hecho por nosotros. Cuando
tenemos Su Espíritu luminoso brillando en nosotros, todo lo que hagamos
iluminará a nuestro prójimo y así los demás glorificarán a Dios por lo que Él
ha hecho en nuestras vidas. “Miren cuánto ha cambiado”, dirán, “desde que sigue
a Jesús es una persona diferente”, “ya no es ese egoísta, orgulloso o falto de
caridad, que era antes”. Sí, que la luz de Dios alumbre en su vida. Eso
queremos para usted, para nuestros amigos, para los familiares y, por cierto,
para nosotros, que la luz de Dios ilumine los espíritus.
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