sábado, 31 de agosto de 2013

BREVE EXPLICACIÓN DEL DISCIPULADO



 
Tal vez usted ha escuchado la palabra “Discipulado” o “discípulo” y no ha logrado comprender su significado e importancia para la vida cristiana. Siendo esta una de las principales actividades de la Iglesia y con el fin de clarificar algunos conceptos, hemos preparado esta breve guía.

¿QUÉ ES EL DISCIPULADO?
El Discipulado es un método de formación integral del cristiano consistente en el acompañamiento personalizado del discípulo por un hermano de mayor experiencia o tutor. Es el método que utilizó Jesús con sus doce discípulos, desde el momento que les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” (San Mateo 4:19)

¿CUÁL ES SU PROPÓSITO?
El propósito del Discipulado es hacer del cristiano un discípulo maduro, capaz de desarrollar las virtudes de Cristo, hacer buenas obras y multiplicarse en nuevos discípulos. La meta final del Discipulado siempre será lo que la Biblia señala, ser como Jesús: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

¿CÓMO PUEDO SER DISCÍPULO?
Basta creer en Jesús y sujetarse al consejo de un hermano mayor, que viva el Discipulado y esté dispuesto a acompañarlo y enseñarle en el camino de la fe. Es lo que hizo Timoteo al recibir la formación que el apóstol Pablo le dio y que pudo transmitir a hombres fieles: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2)

¿CUÁLES SON LOS REQUISITOS DEL DISCIPULADO?
El principal requisito para iniciar un proceso de Discipulado es haberse convertido a Jesucristo; en segundo lugar está la necesaria sujeción al tutor, que implica obediencia y fidelidad, para poder enfrentar las pruebas que conducen al cristiano a su crecimiento espiritual. En palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (San Marcos 8:34)

¿DÓNDE PUEDO CAPACITARME COMO DISCÍPULO?
En la Iglesia hay hermanos y hermanas de experiencia y buen testimonio, avaladas por un Pastor, que pueden capacitarle como discípulo de Jesucristo; ya que esta tarea fue el especial encargo o comisión que dio el Señor Jesucristo a los apóstoles, antes de partir al cielo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. / Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:18-20)
 

Si desea obtener más información, por favor comuníquese con:
Pastor Iván Tapia Contardo
Teléfono 2493901
 

jueves, 1 de agosto de 2013

DOS LLAMADOS


 
 
"8 Tenemos una pequeña hermana,
Que no tiene pechos;
¿Qué haremos a nuestra hermana
Cuando de ella se hablare?
9 Si ella es muro,
Edificaremos sobre él un palacio de plata;
Si fuere puerta,
La guarneceremos con tablas de cedro.
10 Yo soy muro, y mis pechos como torres,
Desde que fui en sus ojos como la que halla paz.”

(Cantares 8:8-10)

 

He aquí un fragmento del hermoso libro El Cantar de los Cantares de Salomón, uno de los escritos más poéticos de la Biblia. Es el más estupendo cantar; de allí su título. Es el diálogo amoroso entre un amado y su amada, y contiene todos los aspectos emotivos, sentimentales y eróticos que conlleva una relación sana entre un hombre y una mujer. Trasunta este libro, además, el deseo del alma humana por alcanzar al Dios Amado y fundirse con Él en una profunda relación espiritual de amor. Todo ser humano está hambriento de Cristo, el Amado, y necesita encontrar el camino hacia Él.

En este texto quiero destacar sólo dos palabras que pueden ayudarnos a esclarecer el camino que cada alma tomará en ese encuentro con Dios. La estrofa comienza diciendo  "Tenemos una pequeña hermana, Que no tiene pechos” Es una hermana menor, aún no se ha desarrollado como mujer, es apenas una niña. Ella ya nació y ha crecido un poco, pero aún “no tiene pechos”, es decir no puede amamantar ni dar a luz otra vida.

En sentido simbólico, es el alma que aún no ha madurado en su fe, de tal modo que esté capacitada para dar vida a otros para que conozcan a Jesús. Es un novato, alguien que necesita ser guiado por un padre espiritual o un hermano mayor, ser alimentado en la Palabra de Dios y cobijado en su fe.

“¿Qué haremos a nuestra hermana Cuando de ella se hablare?” expresa el escritor; le preocupa el prestigio de su hermanita, quien aún es muy joven para exponerse sola al mundo. Cuando recién caminamos el sendero de la fe, si estamos solos nos veremos enfrentados a muchos peligros espirituales y tentaciones de las tinieblas; necesitamos ser acompañados por hermanos experimentados en el camino de Cristo.

Los versos siguientes nos señalan la ruta que un cristiano puede tomar en su proceso de crecimiento espiritual, porque debemos entender que la fe no estática sino un constante desarrollo, un proceso dinámico que apunta a la formación de una espiritualidad madura. A esta altura nos enfrentamos a una encrucijada, tendremos que optar por una de estas dos formas de continuar el Camino: ser muro o ser puerta.

Muchos son los errores que se cometen en la vida cristiana por desconocer quiénes somos, por no tener el autoconocimiento de los dones y capacidades que Dios nos ha dado para servirle a Él y al prójimo. La pregunta de Saulo, en el camino a Damasco, cuando Jesucristo se le reveló, fue “¿Señor, qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6) Es la interrogante que todo cristiano debe hacerse en la huella del discipulado. Pero no podremos recibir respuesta a ella si primero no nos conocemos a nosotros mismos. En verdad debiésemos preguntarnos  ¿Quién soy yo? Conociendo nuestros talentos naturales y carismas dados por el Señor, podremos encaminarnos mejor en el servicio cristiano, evitando frustraciones y errores. La respuesta está en nuestro interior, presta a ser sacada a la luz, “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.” (1 Corintios 2:11)

El Cantar de los Cantares señala en este fragmento dos alternativas para el alma en desarrollo: ser muro o ser puerta. Pregúntese el lector ¿soy muro o soy puerta? Veamos las características de ambas formas de vivir a Cristo.

a)   Ser muro. “Si ella es muro, Edificaremos sobre él un palacio de plata”. Los muros de una casa protegen de los ataques externos y de las inclemencias del tiempo. También permiten la intimidad familiar, el descanso del trabajo y las luchas de afuera. Los muros dan forma a la casa y sobre ellos, como lo señala el texto, se puede seguir edificando, toda vez que estén plantados sobre un buen cimiento. El muro es construido en función de los habitantes de la casa.

Un cristiano llamado a ser muro buscará la protección del rebaño, su desarrollo espiritual, su crecimiento en virtudes cristianas; su principal preocupación será el pueblo de Dios.  Será alguien que desarrolle un olfato especial o discernimiento de los peligros y pecados que acechan las almas. Brindará a sus hermanos el calor espiritual que necesitan, lavará sus pies del polvo del camino. Algunos cristianos “muros” ejercerán el ministerio en alguna de sus formas, edificarán la Casa de Dios.

b)   Ser puerta. “La guarneceremos con tablas de cedro.” La puerta es la entrada y salida de una casa, permitiendo el acceso a ella. No puede haber casa sin puerta, ya que sus habitantes requieren relacionarse con el exterior tanto como entrar y refugiarse en ella. La puerta existe en función de los que están fuera de la casa y para que sus habitantes se contacten con ellos. Una buena puerta es firme y bien protegida con la mejor madera.

Un cristiano llamado a ser puerta se siente movido a explorar fuera de los ámbitos seguros de la Iglesia, para servir y atraer a las almas perdidas. Su pasión, como el buen samaritano de la parábola, es ir de camino, acercarse a los necesitados, vendar sus heridas, ungirles con Espíritu y brindarles el amor de Jesucristo; y conducirles al mesón, que es la Casa del Señor (San Lucas 10:33,34) Los discípulos puerta desarrollan una fe firme, bien cimentada en la Palabra y la oración en el Espíritu, son de buena madera espiritual.


Ambas funciones, ser muro y ser puerta, son necesarias e imprescindibles para la vida de la Iglesia. Los primeros posibilitan el crecimiento interno de la Casa de Dios y el desarrollo de los discípulos; los segundos, la extensión del Evangelio y el crecimiento externo de la Iglesia.

Querido hermano y hermana ¿Cuál es su llamado? Es muy importante que usted identifique la vocación que el Señor ha sembrado en su alma. Sea usted muro o puerta, ejerza sus dones con libertad y gozo. Sea su llamado cuidar de sus hermanos o de los que sufren, su alma será muy amada por Cristo y al final de sus días podrá decir: He sido feliz “desde que fui en sus ojos como la que halla paz.”

Y si aún no conoce a Jesús, puedo decirle que Él está golpeando a la puerta de su corazón. Él mismo es la Puerta al Reino de Dios. Abra ahora su alma a Él y encontrará completa satisfacción para su espíritu. Escuche Su llamado que dice “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)