martes, 24 de octubre de 2017

PESCADORES DE HOMBRES


 

“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
San Mateo 4:19 

 

U
n pescador sabe utilizar redes, cañas, anzuelos, carnadas; conoce las mareas y el océano en todos sus comportamientos, el hábitat de diversos peces; conoce sus costumbres y los identifica tanto individualmente como en cardúmenes. Él trabaja pescándolos para que nos sirvan de alimento. 

Ese era el oficio de los primeros discípulos de Jesús, como lo relata el Evangelio: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. / Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. / Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. / Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. / Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” (San Mateo 4:18-22) 

Jesús les transformaría de pescadores de peces en “pescadores de hombres”, es decir pescadores de vidas para el Reino de Dios. Durante tres años los capacitaría, por medio del discipulado, viviendo con ellos, dándoles ejemplo y enseñándoles a comunicar Su mensaje de salvación. Además les implementaría con Su Espíritu de poder para sanar a los enfermos y liberar a los poseídos por el diablo. 

Este rol no era sólo para los apóstoles. Ha sido y es una misión para todo cristiano. Jesús nos ha llamado a ser pescadores de esas vidas que habitan el océano de las tinieblas para vivir una nueva realidad en el océano de la luz del Señor Jesucristo. ¿Cómo podremos ser capacitados? El primer paso es seguirlo a Él, como lo afirma en estas palabras: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.” (San Mateo 4:18 – Dios Habla Hoy) 

Antes de pensar en ser un evangelizador necesitamos someternos a Él, quien es el Maestro que podrá capacitarnos en esta trascendente misión. Por ello, le invito a unirse al Señor entregándole su vida, reconociendo errores y pecados, y disponiéndose en Sus manos. Le recomiendo que lo haga con toda sinceridad y Él le acogerá con amor, indicándole en Su Palabra escrita en la Biblia, Su voluntad para usted. Le prometo que no será defraudado.