lunes, 13 de junio de 2022

CONVICCIÓN DE SALVACIÓN

 




 “Estas cosas os he escrito a vosotros

que creéis en el nombre del Hijo de Dios,

para que sepáis que tenéis vida eterna,

y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

1 Juan 5:13 

 

E

l apóstol Juan escribió esta carta o epístola a las comunidades cristianas del Asia Menor de su época. Su intención fue volverlos al entendimiento básico de las verdades del Evangelio. Es lo que nosotros también necesitamos en este tiempo en que la Verdad de Jesucristo se esconde bajo una fronda de creencias muchas veces supersticiosas y en que estamos muy influidos por los conceptos del mundo. 

Podemos creer en Dios, creer que Él existe y creer en un Cielo, una realidad sobrenatural, pero no creerle a Él. Una cosa es creer con nuestra mente racional, entender que Dios es real y otra cosa es amarlo, servirlo, procurar hacer Su voluntad y sobre todo “confiar” en Él. La fe de la que habla la Biblia es fe en Dios, pero no en cualquier dios sino en el Dios Padre de Jesucristo. A ese Dios servimos y nos dirigimos en oración: 

“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, / 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3,4) 

Creer “en el nombre del Hijo de Dios” es creer en la totalidad de lo que Jesucristo es para la fe cristiana: el Creador de todas las cosas, el Verbo de Dios (San Juan 1:3), el Salvador que murió por nosotros para darnos la Vida (1 Timoteo 1:15), el Señor dueño de nuestras vidas (Filipenses 2:9-11), Maestro de Sus discípulos (San Juan 13:13), Cabeza de la Iglesia (Colosenses 1:18). 

Puedo saber todo lo anterior, recitarlo y memorizarlo, repetirlo a otros, pero ser sólo un conocimiento intelectual y no experimentarlo, no vivirlo con verdadera fe. Lo que el apóstol Juan aquí se propone es que confiemos en Jesús y recibamos la vida eterna. Hay muchos cristianos que no tienen seguridad de dónde pasarán la eternidad, si con Dios o lejos de Él. No tienen verdadera confianza en Jesús porque no han entregado su vida al Salvador y por tanto, el Espíritu Santo no mora en ellos. Si tuvieran el Espíritu, Éste les daría testimonio de que son hijos de Dios, nacidos de nuevo. 

Si esto último fuere su caso, sencillamente pida perdón a Dios por su incredulidad, de donde vienen todos sus pecados, y entregue su vida a Cristo para recibir Su perdón y la Vida eterna. Y crea, confíe en que Él se lo dará. 

Los cristianos no podemos vivir dudando de nuestra salvación, este es un punto inicial en la vida de fe; nuestra preocupación no debe ser si tenemos o no tenemos la salvación, puesto que ya nos convertimos, sino que ahora debemos caminar en Cristo y guardarnos de pecar, vivir conforme al espíritu de Cristo: 

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Romanos 8:9) 

Hay quienes piensan que un cristiano puede perder su salvación, pero eso significaría que la obra de Cristo no fue perfecta. Si somos verdaderos convertidos al Señor, Él habita en nosotros y nos guía en el Camino. Si alguien vuelve atrás o niega a Cristo, es un apóstata que jamás se convirtió. El verdadero discípulo de Jesucristo ha creído a la Verdad del Evangelio y ha recibido el Espíritu de Dios como un sello que garantiza su salvación eterna: 

“13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, / 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13,14) 

Si arrepentidos ante Dios, hemos recibido el perdón de nuestros pecados por acción de la sangre de Jesucristo Crucificado y le entregamos la vida, bautizándonos para sepultura del viejo hombre y resurrección a una nueva Vida, ahora andamos en el Camino de Cristo, creyendo “en el nombre del Hijo de Dios” y sabiendo con toda “confianza” o sea fe, que hemos recibido la salvación y tenemos la “vida eterna”. 

Oración: Padre, gracias por Tu Palabra, por darnos la convicción de que somos hijos de Dios si nos hemos arrepentido y entregado la vida al Señor Jesucristo, porque de Él hemos recibido Tu Espíritu para vivir una nueva vida. Te damos gracias, Señor, por ese Espíritu y te rogamos que siempre estemos atentos a Su voz y a obedecer lo que Él nos indique en el Camino, este Espíritu que nos guía a toda verdad y a toda justicia. Padre, bendice a nuestros hermanos que están escuchando o leyendo este sermón y guárdales junto a sus familias para que caminen en Cristo. En el nombre de nuestro Señor. Amén.

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com

 


domingo, 5 de junio de 2022

LOGRAR LO IMPOSIBLE O LA FE DEL CIELO

 


“Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.”

San Marcos 9:23

 

S

e piensa que Marcos escribió su Evangelio de acuerdo a lo que el apóstol Pedro le dictó o narró. Cuenta en este suceso acerca de la sanidad de un muchacho endemoniado. Jesús, después de bajar del monte de la transfiguración, “llegó a donde estaban los discípulos” y vio. Aquí es interesante observar que nos introducimos por unos segundos, por decirlo así, en el cuerpo del Señor: Él “vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.” Eso es lo que Jesús miró y vio. El relato es vívido, natural, sencillo. Ahora “toda la gente, viéndole, se asombró”. Entonces corren a él para saludarlo. 

Jesús les pregunta que discutían con los apóstoles, a lo que uno de ellos le dice: “…Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, / el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.” (San Marcos 9:17,18) 

Jesús exclama molesto “… ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.” (San Marcos 9:19) Trata de incrédulos a todos en ese momento, a los discípulos que no creyeron en el poder del Espíritu Santo y al padre que, como se verá más adelante, le cuesta creer. 

Le trajeron al muchacho y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al joven revolcándose y echando espumarajos por la boca, lo que hoy se diagnosticaría como ataque epiléptico. El Señor le preguntó cuánto tiempo le sucedía aquello y el padre le dijo que desde niño y que a veces caía en el fuego o en el agua como si el demonio quisiera matarlo. 

El padre desesperado le rogó a Jesús: “…si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.”  (San Marcos 9:22) y Jesús le respondió: “…Si puedes creer, al que cree todo le es posible.” (San Marcos 9:23) ¿Se percatan que ambos, el padre del muchacho y Jesús, utilizan el “si condicional”? El padre parece insinuar que tal vez Jesús no podría hacerlo o es inseguro que lo haga, puede que lo haga como puede que no lo haga. Y Jesús le responde también con un condicional, “si puedes creer”, insinuando que tal vez no pueda creer. El padre está rogando a Jesús que haga algo por el niño, desde su pobre fe, una fe endeble, que es y no es. El Maestro le enseña que debe creer para que sea posible. En otras partes del Evangelio responde: “… Conforme a vuestra fe os sea hecho.” (San Mateo 9:29) 

Inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: “…Creo; ayuda mi incredulidad.” (San Marcos 9:24) Nuevamente nos ubicamos en los ojos de Jesús, vio que la multitud se agolpaba… y reprendió: “… Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.” (San Marcos 9:25) Si el espíritu es mudo no puede hablar y si es sordo no podría escuchar a Jesús mas, como espíritu escucha, aunque no tenga oídos, pero Jesús quiere mostrarnos Su poder Divino que está más allá de toda lógica humana. 

El espíritu gritaba y se sacudía con violencia en el muchacho hasta que salió y el joven quedó como muerto. El Señor le tomó de la mano, lo enderezó y el joven se levantó. Cuando el Maestro entró en casa (Jesús estaba en una casa, no vivía como a veces se piensa, durmiendo a la intemperie) los discípulos le preguntaron por qué no habían podido echar fuera el demonio del joven y Él les explicó que ese género o clase de demonios con nada puede salir sino con oración y ayuno. Ellos no habían orado ni ayunado como su Maestro que estaba premunido con el poder del Espíritu Santo: “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38) 

Este pasaje de la vida de Jesús nos enseña principalmente la importancia de la fe. Como humanos, habiendo visto tanta desgracia en el mundo, enfermedad y muerte, incluso entre los más creyentes, nuestra tendencia es a dudar. Pero Jesús nos pide que hagamos un esfuerzo y creamos. La fe humana es poca y no sirve, entonces tendremos que acudir a la fe Divina, esa fe que Dios da y es un don de Él. Que Jesús ayude a nuestra incredulidad dándonos la fe del Cielo, pero sobre todo que Él actúe y haga los milagros de salud, vida, prosperidad, sanidad interior y crecimiento espiritual que necesitamos. Pidámosle al Todopoderoso que nos bendiga con esa fe. 

Oración: Padre, te damos gracias por Tu Palabra que nos estimula a buscar la fe del Cielo y creer que, así como en los tiempos de Jesús y los apóstoles, hoy día también puedes hacer milagros entre nosotros. Son tantos los enfermos, los moribundos, los pobres, los necesitados de Tu ayuda para superar sus problemas y para creer en Ti y Tu Evangelio. Como ayer, utiliza esos prodigios, señales y milagros para señalar que eres el Dios Verdadero. Concédenos el don de la fe para creer sin dudar. Te lo rogamos en el poderoso nombre de Tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com