domingo, 9 de enero de 2022

EL VERDADERO AMOR A JESÚS

 





“El que tiene mis mandamientos,

y los guarda, ése es el que me ama;

y el que me ama, será amado por mi Padre,

y yo le amaré, y me manifestaré a él.”

San Juan 14:21

 

L

os cristianos tenemos todos los mandamientos del Señor. No solamente los hemos escuchado de nuestros pastores, sino que también los leemos diariamente en el Evangelio. Es deber de cada discípulo de Jesús examinar constantemente la Palabra de Dios, estudiarla, reflexionar en ella, confrontarla con la propia realidad personal, familiar y colectiva, para obedecerla. Debemos ser cumplidores de los mandamientos y enseñanzas de nuestro Maestro Jesucristo. Los maestros de la Iglesia, que ven el Reino como una gran escuela espiritual, tienen el deber de: Estudiar la Palabra de Dios, profundizarla, vivirla, darla a conocer y enseñarla a todos los discípulos.

Guardar los mandamientos no es acumular conocimientos bíblicos como quien guarda una colección de objetos valiosos y jamás los usa ni los comparte con otros. Tampoco es ufanarse de ellos sin ponerlos por obra. Guardar los mandatos que Jesús hizo a Sus apóstoles y discípulos, y por extensión a todos los cristianos, es practicarlos. Amar a los enemigos, perdonar a los que nos ofenden, no juzgar sin base, amar a nuestros hermanos en la fe, estar dispuestos a dar la vida por los hermanos, no afanarse por las cosas materiales, buscar primero el Reino de Dios y su justicia, etc. son algo más que lindos pensamientos para poner en una tarjeta o sobre el refrigerador. 

Nos resulta extraño el concepto de amor a Él que nos presenta Jesús en este versículo, cuando nos dice que quien le ama verdaderamente es el que tiene y guarda Sus mandamientos. Si yo tengo un amigo muy querido y éste me dice que yo debo obedecerle en los consejos que me da porque de lo contrario no soy su amigo, pensaría que es un abuso de confianza y que él no es capaz de tolerarme. Pero esto es porque mi amigo y yo estamos al mismo nivel, somos dos personas con derechos y que nos relacionamos por algunos aspectos en que coincidimos y nos toleramos en el resto. En cambio, nuestra relación con el Cristo es muy distinta, aunque Él diga que somos Sus amigos, Él está por sobre nosotros y nos exige coherencia absoluta con Su pensamiento. No se piense que la relación de amistad con Jesús sea una relación tan liviana como la que solemos tener entre nosotros, una relación sin mayor compromiso. 

Jesús mide nuestro amor por Él y por el Padre a través de nuestra obediencia y no de sentimentalismos. Habituamos relacionarnos con Dios de un modo muy anímico o almático, pero Él quiere que seamos tan prácticos como que sencillamente cumplamos Sus mandamientos porque éstos nos harán mucho bien a nosotros y a nuestro entorno. Lo demás, como dicen “es paja molida”. Si practicamos Su enseñanza estaremos amándole y por tanto el Padre, quién tanto ama al Hijo, estará feliz y nos amará también porque hemos sido obedientes a Su Hijo. Alguien podría preguntar ¿Cómo se demuestra que amamos a Jesús? Usted ya tiene la respuesta. 

Y este breve y profundo versículo finaliza con una maravillosa promesa de Jesús: y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” El Padre nos amará y el Señor Jesucristo se manifestará a nosotros. ¿Cómo podrá ser esa manifestación? Primero, el hecho de actuar como Jesús enseña nos vuelve un poco como Él y pasamos a ser “cristianos”, o sea pequeños Cristos. Los seguidores de Jesús fueron llamados por primera vez “cristianos” en una iglesia formada principalmente por gentiles, la Iglesia de Antioquía: 

“25 Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. / 26 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.” (Hechos 11:25,26) 

La Persona de Cristo comienza a manifestarse en quien le obedece. No desechamos una segunda posibilidad, sin desestimar la primera, que es la manifestación sobrenatural de Cristo en visiones y milagros, como premio o resultado a nuestra fidelidad. Deseo que el Señor se manifieste a su vida, guardando usted todas Sus enseñanzas. ¡Dios le bendiga!

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com 


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