Isaías 1:18
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sta es una de las muchas invitaciones que hace el Señor en el Antiguo Testamento a seguirlo a Él. Como evangelizador que es el profeta Isaías, su libro contiene estos mensajes fuertes, muy inspirados y apasionados llamando a la conversión.
El Señor nos llama con urgencia “Venid luego, dice Jehová”. No es una decisión que se pueda posponer. Acostumbramos en nuestra vida postergar tareas, encargos, asuntos pendientes. Esto se llama “procrastinar”, que es aplazar una obligación o un trabajo. Incluso hay personas que dicen trabajar mejor, con mayor entusiasmo, cuando se han atrasado con una tarea y la hacen unas horas antes de su cumplimiento. Pero un encuentro con el Señor no podemos aplazarlo, no vaya a ser cosa que antes de encontrarnos con Él nos encuentre la muerte y ya no tengamos oportunidad de salvación.
Dios nos llama a ponernos a cuenta con Él pues son muchas las deudas que tenemos ya que hemos pecado numerosas veces, lo hemos desoído y esquivado. Nos está ofreciendo una oportunidad maravillosa de saldar cuentas con Él y quedar sin deudas. ¡Esto quisiéramos que se diera con aquellas empresas comerciales a las que debemos dinero, que nos condonaran la deuda! Es Dios un Acreedor muy comprensivo y nos ofrece una alternativa que no deberíamos rechazar: Perdonarnos la deuda completa de pecados pasados, presentes y futuros. Lo hace lavándonos con la roja sangre de Jesucristo, Su Hijo, si creemos en Él.
Aunque nuestros pecados fueran muy horribles Él está dispuesto a borrarlos. Todo pecado es horrible y en la balanza de Dios pesan lo mismo el asesinato que el adulterio, la mentira que la hipocresía que es otra forma de mentir; la idolatría que la vanidad, la que idolatría de sí mismo, etc. Nos dice “si vuestros pecados fueren como la grana”, es decir tan coloridos, tan notorios, tan rotundos y feos… La grana era un hilo o cordón teñido con el tinte que se sacaba de un insecto llamado cochinilla o quermes. Exprimiéndolos se obtenía un líquido rojo en el que se sumergían las telas. Así le escribía Salomón a Hiram rey de Tiro: “Envíame, pues, ahora un hombre hábil que sepa trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en púrpura, en grana y en azul, y que sepa esculpir con los maestros que están conmigo en Judá y en Jerusalén, los cuales dispuso mi padre.” (2 Crónicas 2:7)
Si mis pecados fueran así de feos, “como la nieve serán emblanquecidos”. La nieve es, por su color, símbolo de la más alta pureza y de la condición del alma redimida. En la visión del profeta Daniel, Dios Padre se presenta con abundante blanco en señal de santidad: “Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.” (Daniel 7:9)
Estamos manchados de pecado, tan rojo como esa tintura y Dios nos ofrece quitarlo de nuestra alma y piel para quedar más blancos y puros que la nieve. En verdad es una oferta que no podemos rechazar. Hacerlo sería una necedad.
Luego insiste el Señor: “si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” El carmesí, en hebreo karmil o tola, también es el tinte rojo brillante que se obtiene de un insecto. El carmesí estaba entre los materiales imprescindibles que deberían ofrendar los hebreos para la construcción y habilitación del Tabernáculo o Tienda del Encuentro: “1 Jehová habló a Moisés, diciendo: / 2 Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. / 3 Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, / 4 azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, / 5 pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, / 6 aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, / 7 piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. / 8 Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. / 9 Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis.” (Éxodo 25:1-9)
Es sabido que la lana era el pelo que cubría el cuerpo de las ovejas y carneros que criaban los hebreos y que hilada la utilizaban para hacer telas. También la lana simboliza pureza. La primera lana era una de las primicias que el pueblo de Israel dio a los sacerdotes: “4 Las primicias de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de la lana de tus ovejas le darás; / 5 porque le ha escogido Jehová tu Dios de entre todas tus tribus, para que esté para administrar en el nombre de Jehová, él y sus hijos para siempre.” (Deuteronomio 18:4)
En cierto modo Dios nos está insinuando que cambiará nuestro vestido, de estar cubiertos de pecados carmesí, luego del lavamiento que Él hará de nosotros nos dejará vestidos de lana blanca, o sea que pasaremos de ser seres rebeldes y contaminados con el pecado a ser dóciles y puras ovejas de Su prado, como lo canta el salmista: “1 Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. / 2 Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. / 3 Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. / 4 Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. / 5 Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones.” (Salmo 100:1-5)
Obedezca al
llamado de Dios y entregue su vida a Jesucristo para ser limpio de toda maldad
y formar parte del gran rebaño del Señor.
©
Pastor Iván Tapia
Pastorivantapia1983@gmail.com
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