martes, 31 de mayo de 2016

DIGNIDAD DE LA MUJER EN EL EVANGELIO.


 
"Él le dijo a la mujer:
—Tu fe te ha salvado; vete en paz."
San Lucas 7:50

 
Jesús, Dios hecho hombre, trató a las mujeres no como inferiores ni seres apartados de la vida social, sino como personas dignas de ser escuchadas, amadas y respetadas. Ellas oían sus enseñanzas y eran testigos de sus milagros y sanidades, entonces le seguían y se comprometían en el ministerio del Salvador. Numerosas mujeres le acompañaban como discípulas, tan respetables e importantes como los apóstoles.  

Jesús rompió las costumbres de la época en que vino a la Tierra, hablando con ellas, aunque fuesen extranjeras (samaritanas, sirio-fenicias o de otra nación) o consideradas pecadoras (adúlteras, no judías). Tuvo un criterio amplio para relacionarse con mujeres y hombres; no hizo distinciones por sexo, situación económica, religión o edad. Todo ser humano es digno del respeto y el amor de Dios. 

Desde el hecho que para nacer lo hizo a través de una mujer, María de Nazaret, quien le amamantó y le condujo, junto a su esposo José, en sus primeros pasos como ser humano, hasta dejarla encargada a su discípulo Juan, para cuando él muriese, es que el Señor no tuvo en poco a la mujer. 

El cristianismo devuelve a ella su dignidad de ser humano integral (espíritu, alma y cuerpo) con un rol social que va más allá de ser madre y esposa. 

Por eso en el Nuevo Testamento, a pesar de que no hay escritos hechos por ellas, sí se nombran mujeres tan importantes como: 

-       Febe, la diaconisa que ayudó a San Pablo y las iglesias.

-       Priscila, esposa de Aquila, ambos líderes de la Iglesia en Éfeso.

-       Loida y Eunice, la abuela y la madre del obispo Timoteo.

-       Lidia de Tiatira, una mujer de empresa, fundadora de la Iglesia de Filipos, junto al apóstol. 

Las mujeres trabajaron codo a codo con los varones en la Iglesia del primer siglo. Se piensa que incluso hubo una llamada Junia, quien tuvo la dignidad de apóstol, pero la cultura machista habría apagado esa corriente en la Iglesia. 

La mujer aporta sensibilidad, inteligencia espiritual, misericordia, espíritu maternal, en fin practicidad al desarrollo de la comunidad cristiana. Jesús ama a la mujer y quiere su participación plena en la evangelización, enseñanza y pastoreo de las almas. 

El Evangelio de Lucas, capítulo 10, versos 38 al 42, retrata muy bien la relación de Jesús con sus amigas y discípulas: “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. / Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. / Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. / Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. / Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”