martes, 15 de diciembre de 2009

UN REY PARA LOS SABIOS


Mensaje de Adviento


“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.”
San Mateo 2:11

Nuestra casa e iglesia se ha llenado de inspirados cantos que anuncian la Navidad, es decir la natividad o nacimiento de Jesucristo, nuestro Amado Salvador. Y también se ha poblado de una serie de elementos que son algo más que hermosos adornos: el nacimiento, el árbol de Navidad, velas, la corona de Adviento, etc. ¿Qué significado tiene todo este despliegue escenográfico y simbólico?

El adviento, del latín adventus Redemptoris, venida del Redentor, es el primer periodo del año litúrgico cristiano que consiste en un tiempo de preparación para la Navidad. Su duración es de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad Navidad. Durante el adviento, se prepara en cada hogar y en la Iglesia una corona de flores llamada corona de adviento con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Se enciende una vela cada domingo.

Adviento significa “venida” y es época de arrepentimiento y preparación para las diversas venidas de nuestro Señor Jesús; Él vino como un bebé para ser nuestro Redentor; Él sigue viniendo en sus ministros quienes enseñan e instruyen a los discípulos; siendo Él la Palabra de Dios, Él mismo viene en la Palabra predicada, en el Bautismo y en la Santa Cena; y Él vendrá también una vez más al final de todos los tiempos, por eso nos preparamos para su segunda venida.

El color verde utilizado en este tiempo simboliza la esperanza. Es usado después de Navidad hasta Cuaresma, y después de la Pascua hasta el Adviento. Es tiempo de esperanza por la venida del Mesías y por la Resurrección salvadora respectivamente. Este tiempo se conoce como Tiempo Ordinario dentro del calendario litúrgico. El año cristiano no comienza en enero sino en Adviento.

El árbol de Navidad representa el amor de Dios. Con la evangelización de los pueblos del norte de Europa, los cristianos tomaron la idea del árbol, para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el significado. Se dice que san Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo. Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las luces, se transformaron en esferas y otros adornos.

La representación del pesebre o nacimiento es una tradición que data del siglo XIII. Los orígenes de esta costumbre de reproducir en imágenes el nacimiento de Jesús se remonta a los tiempos de Francisco de Asís. Se dice que, mientras predicaba por la campiña de Rieti, Italia, sorprendió el crudo invierno al humilde hermano que vestía con harapos. Se refugió en la ermita de Greccio. Era la Navidad del año 1223. En la noche, mientras oraba rodeado de aquella paz del bosque y meditando la lectura del evangelista San Lucas 2:12-14, tuvo la inspiración de reproducir en vivo el misterio del nacimiento de Jesús en Belén. Construyó una casita de paja a modo de portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los campesinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de ellos a reproducir la escena de la adoración de los pastores. La hermosa idea se propagó por toda Italia, luego a España y el resto de Europa. En Nápoles, hacia fines del siglo XV, reprodujeron en figuras de barro a los actores del gran acontecimiento narrado por el Evangelio. En América Latina es una tradición introducida por los frailes a partir del siglo XV y XVI.

La luz de las velas simboliza la luz de Cristo que desde pequeños buscamos y que nos permite ver, tanto el mundo como nuestro interior. Cuatro domingos antes de la Navidad se prende la primera vela. Cada domingo se enciende una vela más. El hecho de irlas prendiendo poco a poco nos recuerda como conforme se acerca la luz las tinieblas se van disipando, de la misma forma que conforme se acerca la llegada de Jesucristo que es luz para nuestra vida se debe ir esfumando el reinado del pecado sobre la tierra. La luz de la vela blanca o del cirio que se enciende durante la Noche Buena nos recuerda que Cristo es la Luz del mundo. El brillo de la luz de esa vela blanca en Navidad nos recuerda como en la plenitud de los tiempos se cumple el “Adviento del Señor”

En esta Navidad abramos nuestros corazones al Señor y regalémosle lo mejor de nosotros porque Él es nuestro Rey y Salvador que se ha donado voluntariamente a la Humanidad. Un modo de darnos a Él es ofreciéndonos generosamente a los necesitados y a los que sufren, sirviéndolos como a Jesús, puesto que Él los ama y en ellos está Su Rostro. ¡Qué el Señor derrame una bendición especial en esta Nochebuena sobre su hogar!