“Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas,
os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial”
San
Mateo 6:14
H |
ay una profunda verdad en esta frase de Jesús. ¿Cómo pretenderemos que Dios perdone nuestras ofensas si nosotros no somos capaces de perdonar a los que nos ofenden? Querer ser perdonado por Dios sin ejercer perdón nosotros, es una postura muy egoísta y egocéntrica. Es egoísta porque no quiere dar al prójimo la gracia que se disfruta de Dios. Egocéntrica porque sólo piensa en si mismo y su propia satisfacción. ¿Acaso no tienen todos derecho a la paz que produce el perdón? Por supuesto hablamos del perdón a personas que demuestran arrepentimiento. Pero si somos más generosos también perdonaremos a aquellos que por ignorancia espiritual pecan y no se arrepienten ni piden perdón, como lo fueron los escarnecedores de Jesús.
Estamos llamados los cristianos a perdonar las ofensas del prójimo. Si en el bautismo declaramos morir juntamente con Cristo, dentro de esa muerte estaba considerado morir a las ofensas, a sentirse herido en el amor propio y todos esos sentimientos de autovaloración muchas veces basados en el orgullo y la vanidad; entonces no tenemos derecho a no perdonar. Es nuestro deber de cristianos perdonar, porque Cristo lo ordena: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” (San Lucas 6:37)
Dios perdona al corazón arrepentido: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18) Un corazón que ha sido perdonado será un corazón sensible al pecado y condición de otras almas que también necesitan del perdón. Sin embargo, siempre hay personas que no son consecuentes, como el caso de la “Parábola de los Dos Deudores” o “Parábola del Funcionario que no Quiso Perdonar”, en la que se relata acerca de:
“23… un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (San Mateo 18:23-35)
El rey era muy severo, tanto que redujo al mismo deudor a esclavitud, como suele ser el comercio actual con el deudor impago. Tanto suplicó el siervo por una prórroga de su deuda que el rey tuvo misericordia y se la perdonó. Del mismo modo ha perdonado Dios nuestra gran deuda de pecado, interviniendo Su Hijo Jesucristo, quedando nosotros libres de deuda, salvo la deuda de amor y gratitud. El siervo o esclavo del rey no hizo lo mismo con el consiervo que le debía cien denarios, el valor aproximado de cuatro meses de salario. El malvado, ingrato e insensible no le perdonó la deuda y lo envió a la cárcel. ¿Qué haremos nosotros con aquellos que nos deben honra, dinero, algún objeto, disculpas, etc.? ¿Les cobraremos hasta el cansancio, los llevaremos a juicio, los expondremos al desprecio de otros o les perdonaremos? El señor de la parábola lo supo y le regañó por no tener misericordia de su compañero y enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Jesús nos advierte que nuestro Padre celestial hará lo mismo con nosotros si no perdonamos de todo corazón a nuestros hermanos sus ofensas. Seremos azotados en esta vida por circunstancias difíciles, a causa de una conducta inmisericorde, o bien azotados en la otra vida o puestos en vergüenza en el Tribunal de Cristo.
En
el Evangelio el Señor nos presenta algunos principios para ejercer el perdón en
la vida cristiana:
1) Perdonar siempre: “21 Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces[a] —le contestó Jesús—.” (San Mateo 18.21-22)
2) Perdonar en oración: “25 Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.” (San Marcos 11:25)
3) Perdonar para ser perdonado: “37 No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.” (San Lucas 6:37)
4) Perdonar al que pide perdón: “3 Así que, ¡cuídense! Si tu hermano peca, repréndelo; y, si se arrepiente, perdónalo. 4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (San Lucas 17:3,4)
Qué podamos examinarnos, revisar nuestra lista de personas con quienes aún no nos hemos reconciliado y las perdonemos, si no presencialmente, en oración con sinceridad delante del Señor. Así podremos continuar pidiendo el perdón del Padre.
Oración: Padre, gracias por tu eterno perdón hacia nosotros, pecadores no merecedores de Tu misericordia. Te pedimos perdón por guardar aún rencores hacia personas que nos han dañado. Te rogamos por cada una de ellas para que sea levantada la culpa de sus vidas y limpiadas con la sangre de tu Hijo Jesucristo, puedan recibir la salvación y la vida eterna. En el nombre de Jesús. Amén.
©
Pastor Iván Tapia
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