domingo, 13 de marzo de 2022

MÁS QUE DAR

 




 “Dad, y se os dará;

medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo;

porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”

Lucas 6:38

 

C

uando somos generosos y damos, sin interés, sin esperar un pago, una recompensa, aún sin esperar palabras de agradecimiento, el Señor promete que se nos dará algo en algún momento. Esto no debe animarnos a dar para recibir, no debe ser nuestra motivación la recompensa sino el amor, la generosidad que nace del Espíritu Santo. Lo primero que recibimos al dar es el propio disfrute de dar algo por amor; esto es algo que pocas veces se comprende y casi siempre se espera el resultado externo de esa acción, mas el sentirse bien porque se ha entregado algo útil, valioso o necesario a alguien, esa es la primera y quizás verdadera recompensa. Pero ¡cuidado! No al orgullo y la vanidad de estar dando, de ser caritativos, sino dar con humildad, sencillez, sin aspavientos. 

Recibiremos una recompensa, tal vez no directamente de la persona o el grupo que bendijimos con nuestra ofrenda espiritual, material o económica. Digo espiritual porque también una ofrenda puede ser intangible, como dar un buen consejo, escuchar o hacer una oración por alguien que lo solicita. Es un principio Divino lo que Jesús dijo “Dad, y se os dará”, por tanto, se cumplirá. 

Siempre ha habido formas de medir líquidos, distancias, pesos, etc. Y para eso se han utilizado medidas distintas como el codo, el pie, el metro, el kilógramo, etc. En los tiempos de Jesús una forma de medir una cantidad de trigo, por ejemplo, era calcularlo en una vasija. Mientras más apretada y remecida era más conveniente la medida, al remecer el receptáculo cabía más, lo que era conveniente para el que recibía. Tan buena era esa medida que se escapaba del contenedor y caía el trigo en la falda del comprador: y rebosando darán en vuestro regazo. Así es la cosecha de quien da con generosidad, abundante. Cuando soy bondadoso, de seguro que otros serán también bondadosos conmigo; cuando doy con abundancia, recibiré en algún momento de la vida abundancia; en fin, acorde a lo que entregue, recibiré. Pero esto no es algo mecánico que ocurra de inmediato. La respuesta podrá tardar e incluso puede ser una consecuencia distinta a lo donado. 

El Señor dio una explicación muy lógica a esto de recibir lo que se da. Si me porto mal con otros, otros se comportarán en forma similar conmigo. Esto es algo lógico y propio de las relaciones humanas. Si somos antipáticos con alguien, es raro que esa persona me guarde simpatía. Si actúo con honestidad con las personas, ellas me respetarán y confiarán en mí. Son consecuencias lógicas del dar y el actuar. Jesús dice: “porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” Hay una vara que se aplica a nuestras personas, somos medidos con la misma regla que nosotros medimos. Esto tiene relación con el juicio que hacemos de los demás. En aquello que criticamos, es muy probable que seamos criticados por otros, tal vez porque al criticar la conducta de otra persona expresamos esa preocupación que en el fondo es por nosotros mismos. Por ejemplo, si criticamos la ropa elegante que viste alguien diciendo que es vanidoso, posiblemente es porque quisiéramos tener nosotros esa oportunidad de vestir elegantemente; el juicio que emitimos contiene tanto envidia como vanidad. En cuanto podamos vestirnos con esa misma elegancia, seremos criticados también y el juicio se habrá vuelto contra nosotros siendo medidos con la misma vara. 

Si elogiamos sinceramente a otra persona por sus dotes en el arte, el deporte u otro don que tenga, y lo aplaudimos sin envidia, en su momento nosotros también seremos elogiados, por la misma persona u otras. Una actitud así requiere de un cambio de mentalidad que implique abandonar todo juicio del prójimo y tener una mirada más limpia de los demás, esto es: comprensiva, generosa y compasiva, valorando todo lo bueno que haya en ellos. 

Damos a los demás cosas, palabras, gestos y actos. Si estas cosas, palabras, gestos y actos son hechos con prodigalidad y sinceridad, de seguro recibiremos otro tanto. Opinamos de los demás, conforme a nuestras medidas y valoraciones; recibiremos lo mismo de otros. Pero si evitamos el juicio, no seremos juzgados. Para lograr todo esto requerimos sincerarnos con nosotros mismos, reconocer nuestros errores, prejuicios, orgullo, vanidad y envidia, presentarlos ante el Señor para cortarlos de raíz y ser libertados de esas cadenas. Amén. 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com


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