jueves, 24 de marzo de 2022

CÓMO SERVIR AL SEÑOR

 

 


 

“En lo que requiere diligencia, no perezosos;

fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”

Romanos 12:11

 

S

ea usted un pastor, un evangelista, un diácono, un integrante del coro, un portero o cualquier otro cargo (encargo del Señor) dentro de la Iglesia, Dios le pide que sea DILIGENTE. Esto significa que usted, como cristiano que ama al Señor, pondrá gran interés en la misión que Él le ha encomendado. Si ese trabajo se lo ha pedido una autoridad de la Iglesia o alguien que es mayor que usted, es el Señor quien se lo encomendó. Por tanto, pondrá todo esmero en realizarlo bien, sea algo tan sencillo como hacer la limpieza del templo o aprender una nueva alabanza, o algo más complejo, cual escuchar los problemas matrimoniales de una pareja y aconsejarla, o preparar todos los detalles de un retiro para la Iglesia. Quien es diligente también es rápido en ejecutar la orden. No cabe aquí procrastinar o aplazar la obligación, ese mal hábito de “empujar hacia adelante” una tarea. Decimos que andamos haciendo “diligencias”, cuando estamos cumpliendo trámites bancarios o administrativos que son importantes, necesarios y urgentes, ¿Por qué no ejercemos con la misma seriedad las “diligencias” del Señor? Pero además se trata de ser eficaz. No basta con poner interés, esmerarnos y ser rápidos, si el resultado es malo, pobre o imperfecto. Así como realizamos un trabajo remunerado en el mundo, mejor debemos hacerlo en la Iglesia. Las cosas de Dios son tan serias como las de nuestra profesión u oficio. Hemos hecho una profesión de fe y es nuestro deber ejercerla con diligencia (interés, esmero, rapidez y eficacia). 

La PEREZA conduce a la destrucción y es uno de los pecados llamados “capitales”. No puede ser el estilo de vida de un cristiano, todo lo contrario, debe caracterizarnos la laboriosidad, ser trabajadores. La Biblia señala que “El deseo del perezoso le mata, Porque sus manos no quieren trabajar.” (Proverbios 21:25) Es importante aclarar que no solamente es un pecado corporal de negarse a hacer tareas básicas y necesarias, sino también es un pecado espiritual porque el perezoso no se entrega a la voluntad de Dios por falta de ánimo. Un discípulo no puede ser negligente malgastando el tiempo suyo y de otros, perjudicando la obra del Señor: “También el que es negligente en su trabajo Es hermano del hombre disipador.” (Proverbios 18:9) 

Hay un ejemplo que Dios ha dejado en Su creación para que aprendamos de él: “6 Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; / 7 La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, / 8 Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” (Proverbios 6:6-8) La Palabra de Dios increpa al perezoso a despertar de su flojera. El perezoso duerme literalmente durante el tiempo que debería estar en acción. Como hay pereza física, la hay también para pensar, razonar, reflexionar; es una pereza psicológica que arrastra a muchas personas a una vida vacía, sólo entregada a lo material y carnal. Quizás esta pereza es más nociva para el ser humano porque es una flojera del alma. Como la pereza puede ser del cuerpo o del alma, también se da la pereza espiritual o “acedia”, que es un estado espiritual de apatía y tedio, similar a la depresión; es una fuga o huida de las cosas espirituales. Las tres manifestaciones de pereza son negativas para nuestro desarrollo cristiano y se debe luchar contra ellas reconociendo que estamos “dormidos” y necesitamos levantarnos del “sueño”.  

No podemos dejar de considerar que la pereza pueda deberse en algunos casos a problemas de sanidad del alma, como la ansiedad y la depresión, por lo que aquel hermano o hermana deberían recibir de parte de la Iglesia atención en sanidad interior. También puede ser signo de un trastorno psiquiátrico como bipolaridad, esquizofrenia u otros que requerirán de atención médica especializada. 

Por último, el versículo nos anima a ser “fervientes en espíritu”. Requerimos FERVOR espiritual para servir al Señor y Su Iglesia. La palabra ferviente deriva del latín “fervere” que es hervir o entrar en ebullición. Cuando está hirviendo el agua usted observa a ésta en gran movimiento y emergiendo muchas y grandes burbujas; esta imagen transmite la idea del entusiasmo que mueve a una persona para actuar con mucha pasión. Es lo que necesitamos para servir bien al Señor. Por eso es tan importante a la hora de involucrarse en un ministerio o servicio de la Iglesia conocer cuál es nuestra pasión, nuestros dones y talentos y nuestro estilo personal, para de ese modo ser bien ubicados en el Cuerpo de Cristo y servir de manera óptima al Señor. El fervor no se refiere sólo a expresiones muy apasionadas del espíritu en la oración, la alabanza y la adoración. También se necesita un espíritu fervoroso en el servicio a los necesitados, en la ministración de la Palabra, en la administración de la Iglesia, etc. 

En conclusión, serviremos al Señor teniendo en cuenta estos dos principios: diligencia y fervor. Diligencia que implica hacer las cosas con interés, esmero, rapidez y eficacia, renunciando a la pereza y optando por la laboriosidad. Fervor para servir con verdadera pasión espiritual al Señor y Su Iglesia. 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com


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