que creéis en el nombre del Hijo de
Dios,
para que sepáis que tenéis vida eterna,
y para que creáis en el nombre del Hijo
de Dios.”
1 Juan 5:13
E |
l apóstol Juan escribió esta carta o epístola a las comunidades cristianas del Asia Menor de su época. Su intención fue volverlos al entendimiento básico de las verdades del Evangelio. Es lo que nosotros también necesitamos en este tiempo en que la Verdad de Jesucristo se esconde bajo una fronda de creencias muchas veces supersticiosas y en que estamos muy influidos por los conceptos del mundo.
Podemos creer en Dios, creer que Él existe y creer en un Cielo, una realidad sobrenatural, pero no creerle a Él. Una cosa es creer con nuestra mente racional, entender que Dios es real y otra cosa es amarlo, servirlo, procurar hacer Su voluntad y sobre todo “confiar” en Él. La fe de la que habla la Biblia es fe en Dios, pero no en cualquier dios sino en el Dios Padre de Jesucristo. A ese Dios servimos y nos dirigimos en oración:
“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, / 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3,4)
Creer “en el nombre del Hijo de Dios” es creer en la totalidad de lo que Jesucristo es para la fe cristiana: el Creador de todas las cosas, el Verbo de Dios (San Juan 1:3), el Salvador que murió por nosotros para darnos la Vida (1 Timoteo 1:15), el Señor dueño de nuestras vidas (Filipenses 2:9-11), Maestro de Sus discípulos (San Juan 13:13), Cabeza de la Iglesia (Colosenses 1:18).
Puedo saber todo lo anterior, recitarlo y memorizarlo, repetirlo a otros, pero ser sólo un conocimiento intelectual y no experimentarlo, no vivirlo con verdadera fe. Lo que el apóstol Juan aquí se propone es que confiemos en Jesús y recibamos la vida eterna. Hay muchos cristianos que no tienen seguridad de dónde pasarán la eternidad, si con Dios o lejos de Él. No tienen verdadera confianza en Jesús porque no han entregado su vida al Salvador y por tanto, el Espíritu Santo no mora en ellos. Si tuvieran el Espíritu, Éste les daría testimonio de que son hijos de Dios, nacidos de nuevo.
Si esto último fuere su caso, sencillamente pida perdón a Dios por su incredulidad, de donde vienen todos sus pecados, y entregue su vida a Cristo para recibir Su perdón y la Vida eterna. Y crea, confíe en que Él se lo dará.
Los cristianos no podemos vivir dudando de nuestra salvación, este es un punto inicial en la vida de fe; nuestra preocupación no debe ser si tenemos o no tenemos la salvación, puesto que ya nos convertimos, sino que ahora debemos caminar en Cristo y guardarnos de pecar, vivir conforme al espíritu de Cristo:
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Romanos 8:9)
Hay quienes piensan que un cristiano puede perder su salvación, pero eso significaría que la obra de Cristo no fue perfecta. Si somos verdaderos convertidos al Señor, Él habita en nosotros y nos guía en el Camino. Si alguien vuelve atrás o niega a Cristo, es un apóstata que jamás se convirtió. El verdadero discípulo de Jesucristo ha creído a la Verdad del Evangelio y ha recibido el Espíritu de Dios como un sello que garantiza su salvación eterna:
“13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, / 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13,14)
Si arrepentidos ante Dios, hemos recibido el perdón de nuestros pecados por acción de la sangre de Jesucristo Crucificado y le entregamos la vida, bautizándonos para sepultura del viejo hombre y resurrección a una nueva Vida, ahora andamos en el Camino de Cristo, creyendo “en el nombre del Hijo de Dios” y sabiendo con toda “confianza” o sea fe, que hemos recibido la salvación y tenemos la “vida eterna”.
Oración: Padre, gracias por Tu
Palabra, por darnos la convicción de que somos hijos de Dios si nos hemos
arrepentido y entregado la vida al Señor Jesucristo, porque de Él hemos
recibido Tu Espíritu para vivir una nueva vida. Te damos gracias, Señor, por
ese Espíritu y te rogamos que siempre estemos atentos a Su voz y a obedecer lo
que Él nos indique en el Camino, este Espíritu que nos guía a toda verdad y a
toda justicia. Padre, bendice a nuestros hermanos que están escuchando o
leyendo este sermón y guárdales junto a sus familias para que caminen en Cristo.
En el nombre de nuestro Señor. Amén.
©
Pastor Iván Tapia
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