domingo, 27 de febrero de 2022

LIMPIOS POR LA PALABRA

 


 


 

“Santifícalos en tu verdad;

tu palabra es verdad.”

San Juan 17:17

 

A

ntes de ser apresado y comenzar el camino doloroso hacia la cruz, nuestro Señor hizo una larga oración por Sus discípulos, y por ende por todos los que hemos creído en Él y entregado la vida. Suele llamarse a esta oración la “oración sacerdotal de Jesucristo” porque en ella intercede por los apóstoles y por los que habrían de seguirle. 

En esta oración Jesús pide al Padre que le glorifique para que también Él lo glorifique. Esa glorificación se refiere tanto al entregarse en la cruz y ser levantado “…como Moisés levantó la serpiente en el desierto…” (San Juan 3:14) el ser también ascendido a los cielos a la diestra del Padre. 

Reconoce que el Padre le ha dado el poder de dar vida eterna a los que le sigan, en términos de estar para siempre junto a Dios y salvarse del Infierno. Aquí hace una declaración extraordinaria: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (versículo 3) Conocer a Dios, verlo, sentirlo, entenderlo, intimar con Él, vivir para siempre junto a Él y en Él, eso es la vida eterna. 

Da por terminada la obra que el Padre le encargó y le pide que le regrese a la gloria que tuvo antes que el mundo fuese. También da cuenta de su trabajo con los hombres que Dios Padre le entregó, quienes han guardado Su palabra y han reconocido que esa Palabra procede de Él: Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.” (San Juan 12:49) 

Los discípulos creyeron que Dios envió a Jesús; entonces Él ruega por ellos y no por el mundo; le pide al Padre que conserven la unidad “…que sean uno, así como nosotros.” (v.11) Le comunica que sólo se perdió “…el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.”  (v.12) y hace una petición al Padre: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.” (v.15) Los Suyos no son del mundo, como tampoco Él lo es, por tanto, pide que el Padre los santifique en Su Verdad. Y aquí llegamos al punto que hoy queremos destacar. La frase “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” 

Dios nos llama a santidad “…sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14) Jesús pide al Padre que nos santifique en Su Verdad, de modo que Su Verdad es el medio por el cual Dios puede limpiarnos del pecado y la maldad para santificarnos. Sabemos que hay dos formas de ver la santidad: 1) Como la acción de Dios que se da por nosotros, toma nuestro pecado, se inmola para darnos el perdón y nos regala la salvación, considerándonos ahora “santos”. Es una santidad por posición en que somos apartados del mundo para Dios; 2) La otra forma es la santidad que se produce paulatinamente en el cristiano por la acción del Espíritu Santo en él a través del proceso de “santificación”. Cuando Jesús pide al Padre que nos santifique en Su Verdad, se prepara a hacer el sacrificio que nos volverá “santos” para Dios y comenzará un proceso de santificación en cada creyente que tome para sí ese sacrificio del Hijo de Dios. 

¿De qué modo la Verdad de Dios nos santifica? La Verdad revelada por Jesucristo es el contenido del Evangelio del Reino de Dios. Ese cúmulo de verdades, tales como que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Mesías prometido que muere por nosotros para darnos la salvación; que es necesario el arrepentimiento para entrar en el Reino; que es preciso nacer de nuevo, del agua y del espíritu; que la esencia de Dios es el amor y que debemos amarnos unos a otros como Cristo nos amó, etc.; la práctica de ese cúmulo de verdades nos santifica, nos va limpiando, nos da un carácter santo. Sin embargo, desde el primer momento que creemos en Jesús como Salvador y Señor, ya somos considerados “santos” por Dios. Él no necesita que actuemos como santos sin mácula para llamarnos santos porque nos ve al final del proceso, ya santos completos, como lo seremos en el Cielo. 

La Verdad de Dios se refleja en Su Palabra; por eso después de pedir “Santifícalos en tu verdad” declara “tu palabra es verdad”. La Palabra que sale de la boca de Dios y está escrita en la Biblia, es el pensamiento de Él para el Hombre, la expresión de Su voluntad para nosotros, lo que Él quiere que pongamos por obra. Su Palabra cumplida en nosotros produce fruto de santidad, incumplida no produce fruto, es solamente palabra escrita y no palabra vivida. A Dios le interesa que Su Palabra sea vivida, actuada, así como el Verbo se hizo carne en Jesucristo, es necesario que el logos se haga rhema, de una palabra escrita en tinta pase a ser a una palabra en acción, vivida por los santos de Dios. 

La Palabra de Dios es como el agua que sacia la sed humana de conocer la Verdad; que limpia al manifestar la voluntad de Dios y reflejarnos con nuestras impurezas; que alimenta el alma y el espíritu dándonos una perspectiva profunda de la vida. Por medio de la Palabra el Salvador santifica y limpia a Su Iglesia: “25 … así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, / 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:25) 

Pidamos al Señor que una vez más nos santifique, aparte para Él y Su Reino eterno, por medio de Su Palabra que es la Verdad. Amén. 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com

 

 


domingo, 20 de febrero de 2022

SÓLO UN NOMBRE

 



 Y en ningún otro hay salvación;

porque no hay otro nombre bajo el cielo,

dado a los hombres,

en que podamos ser salvos.

Hechos 4:12

 

L

os apóstoles predicaban a la gente de Jerusalén el Evangelio y a los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos no les pareció bien que lo hicieran, entonces los arrestaron y encarcelaron toda una noche. Pero ya se habían convertido por su prédica como cinco mil personas. Al día siguiente se reunieron los gobernantes de la ciudad, los ancianos, los escribas, los sumo sacerdotes Anás y Caifás, junto a sus familias. Estos le hicieron una sola pregunta a Pedro y Juan: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” 

La respuesta inspirada de Pedro fue: 

1.     “Se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado” (Hechos 4:9). Les interesa este milagro de sanidad no porque se haya hecho un bien a una persona inválida, sino porque hemos invocado el nombre de Jesucristo. Realmente no tiene misericordia con el que sufre y en vez de alegrarse por su recuperación, se molestan porque sanó. 

2.     “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret” (Hechos 4:10). No escondemos el nombre por quien lo declaramos sano, lo hicimos en el nombre de Jesucristo, porque Él vive y sana a los enfermos. 

3.     “A quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos” (Hechos 4:10). Pedro los acusa de ser ellos, toda la casta superior de religiosos judíos, los asesinos de Jesús. Pero Dios lo resucitó, no respetando la autoridad de ellos porque Él es la máxima autoridad. 

4.     “Por él este hombre está en vuestra presencia sano.” (Hechos 4:10). Si el hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo, para que pidiese limosna, fue sanado de su parálisis de años, no fue por el poder de los apóstoles sino por el poder y la autoridad de Jesucristo. 

5.     “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.” (Hechos 4:11) En este punto el apóstol cita la Escritura que tan bien conocen esos religiosos: “21 Te alabaré porque me has oído, Y me fuiste por salvación. / 22 La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo. / 23 De parte de Jehová es esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos. / 24 Este es el día que hizo Jehová; Nos gozaremos y alegraremos en él.” (Salmos 118:21-24) Pedro les acusa de haber rechazado en la construcción de la Casa de Dios al mismo Dios, Jesucristo la “cabeza del ángulo”, el fundamento, la roca de los siglos. 

Luego de estas palabras es que el apóstol hace esta certera y solemne declaración: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” 

1)    Sólo en el Hijo de Dios hay salvación, no hay otro personaje o ser en que podamos encontrar la liberación del pecado y la limpieza de nuestras almas: Y en ningún otro hay salvación” 

2)    No hay otro nombre bajo el cielo que sea digno de ser nuestro redentor, ni Abraham, ni David, ni Salomón, ni el mismo Moisés. Grandes hombres, pero ninguno Dios, ellos pecadores más Cristo, sin pecado: “porque no hay otro nombre bajo el cielo” 

3)    Dios ha dado, da y seguirá dando hombres y mujeres destacados y ejemplares, pero ninguno como el Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo el Santo: “dado a los hombres” 

4)    La salvación puede ser dada sólo por medio de la fe en Jesucristo. Es una blasfemia nominar a otros seres humanos como caminos de salvación. Puede que en el imperio romano todos los caminos construidos por el emperador condujeran a Roma, el centro del imperio, pero no sucede así con la espiritualidad y la salvación eterna del alma. Sólo el Eterno Hijo de Dios que murió por nosotros, puede otorgarnos la salvación: “en que podamos ser salvos. 

Sólo hay un Nombre en el cual podemos ser salvos: JESUCRISTO

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com  


domingo, 13 de febrero de 2022

UN SOLO MEDIADOR

 




 “Porque hay un solo Dios,

y un solo mediador entre Dios y los hombres,

Jesucristo hombre”

1 Timoteo 2:5

 

N

uestra fe es monoteísta, es decir cree que hay un solo Dios. No es que existan varios dioses, ni siquiera un Dios y otros dioses menores. Las civilizaciones de la Antigüedad como el Imperio Egipcio, la cultura griega o la romana, tenían una gran cantidad de dioses. En general todos los pueblos antiguos eran politeístas y los más primitivos eran animistas, teniendo la naturaleza misma como objeto de adoración, espíritus supuestamente de la tierra, el agua, los bosques, etc. Estos últimos practicaban la magia y la hechicería. Podríamos decir que hay una progresión o evolución desde la magia a la religión politeísta y luego a la fe monoteísta. Tres religiones hay en el mundo actual que son monoteístas: El Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Sin embargo, el politeísmo y la magia de una u otra forma tratan de introducirse en el monoteísmo, contaminándolo, horadándolo, pervirtiéndolo. Esto sucede especialmente en el Cristianismo. 

Hay una lucha permanente de la verdadera fe cristiana por preservar el principio de que hay un solo Dios y sólo a Él debe adorarse. En la Biblia son numerosos los personajes admirables, desde los patriarcas hasta los apóstoles, pasando por los profetas y reyes del Antiguo Testamento hasta los mismos padres de Jesús, pero nuestra admiración no debe transformarse en adoración ni motivo de divinización de sus personas “Porque hay un solo Dios”. También la Historia de nuestra fe registra grandes y virtuosos nombres de creyentes que vivieron bajo la voluntad de Dios, pero eso no será motivo para endiosarlos, toda vez que ellos fueron también humanos con defectos y debilidades. Lamentablemente gran parte del cristianismo ha caído en esa divinización de las personas. Aún muchos veneran a sus muertos más allá del recuerdo cariñoso que se pueda tener por un ser querido. La Palabra de Dios es muy clara al decir en el primer mandamiento de Dios: 1 Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: / 2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. / 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.” (Éxodo 20:1) 

Todo ser u objeto adorado aparte de Dios, la Biblia lo considera “ídolo”: “4 Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. / 5 Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), / 6 para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Corintios 8:4-6) 

La otra tentación es instalar a seres humanos, personajes bíblicos o históricos, en el rol de mediadores. La Biblia es muy clara, existe “un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Jesucristo fue el que murió por la Humanidad pecadora y no otro; Él y sólo Él entregó Su vida por nosotros para darnos la salvación. Él medió entre el Hombre y Dios y lo sigue haciendo al interceder por nosotros ante el Padre. Aquí hay un punto importante a aclarar: al decir que Jesucristo intercede como nuestro Abogado y Sumo Sacerdote ante el Padre, se podría caer en el error de pensar que Jesús es un Dios menor al Padre, pero no debemos olvidar que Jesucristo es el Hijo y que, en unión con el Espíritu Santo, conforman un solo Dios con el Padre. La verdad teológica de la Santísima Trinidad es una verdad claramente bíblica y Jesús la expresa cuando envía a Sus discípulos a anunciar el Evangelio: 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20) 

Si bien es cierto son tres Personas, es un solo Dios. Por eso dice “en el nombre” y no usa un plural, no dice “en los nombres”. Pero volviendo al tema de la mediación exclusiva de Jesucristo, recordemos Sus Palabras en las que recalca que Él es el único camino a Dios: “4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. / 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?  / 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.  / 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” (San Juan 14:4-7) 

Él es la Puerta de entrada al Reino de Dios: “7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. / 8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.  / 9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.” (San Juan 10:7-9)   

Además, este Mediador es nuestro Pastor que ha dado Su vida por nosotros: “11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. / 12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. / 13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. / 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, / 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.” (San Juan 10:11-15)   

Como Mediador es el Sacerdote que intercede por nosotros: “6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. / 7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; / 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. / 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, / 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. / 11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy.” (San Juan 17:6-11) 

Como en los tiempos de los apóstoles, hoy también es necesario volver a recalcar e insistir que “… hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” Basta con un Mediador cuya mediación es perfecta y plenamente satisfactoria. Solo a Él nos dirigimos en oración, alabamos y adoramos, pidiendo Su intercesión ante el Padre Eterno. 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com

 

 


domingo, 6 de febrero de 2022

UN NOMBRE NUEVO

 





 
 

9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, / 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; / 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2:9-11

 

L

a humillación del Hijo de Dios se describe en los versículos anteriores a estos, siendo la exaltación de Jesucristo el resultado de esa humillación. El apóstol Pablo lo pone como un ejemplo para todo cristiano, el imitar a Cristo en Su humillación, quedando fuera todo orgullo, soberbia, vanidad y amor a sí mismo: 

5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, / 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; / 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:5-8) 

Aquí nos centraremos en la exaltación de Jesucristo porque ciertamente Él sufrió humillación como Dios al hacerse hombre; se humilló como hombre al nacer en una familia pobre; fue humillado como pobre al ser capturado y tratado como delincuente y blasfemo; y humillado en su dignidad al morir en una cruz. 

Mas recibió por ello una recompensa de Dios: Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo”. El Padre le resucitó y ascendió, entregándole toda autoridad sobre Su Reino y la Iglesia, es decir le sentó en Su trono: 

“20 … resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, / 21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; / 22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:20-22) 

Conocemos a Jesucristo como el Mesías, o sea el “Ungido de Jehová”, como el Salvador del Mundo, nuestro Maestro; Isaías dice que “… se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6), pero Filipenses declara que Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Es muy importante conocer ese Nombre por lo que implica para el Reino de Dios y para nuestra vida personal. Siempre se ha exaltado que Jesús es nuestro Salvador porque la salvación es la más grande bendición que Jesús nos legó. También es nuestro Creador, el Maestro que nos enseña Su Evangelio, el Príncipe celestial que nos ha perdonado los pecados y dado la paz. Pero hay algo que es mayor que todo eso, un rol superior de Jesucristo que se descubre en los versículos siguientes. 

Señala la Palabra que en virtud de ese nombre sucede algo especial en el Universo: 

“10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; / 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. 

Por ese título y autoridad que Dios le ha concedido a Cristo, se arrodillan todas las criaturas, sea que estén en los cielos, en la superficie de la Tierra o bajo ella. Esto se refiere no sólo a lo visible sino también al mundo invisible. Toda la naturaleza se somete a la voluntad de Dios, excepto gran parte de la Humanidad que vive en desobediencia, pero a pesar de ello Dios le controla. Además de bajar la cerviz, pronuncia con su boca ese Nombre nuevo de Jesucristo. 

¿Cuál es el Nombre de Jesucristo revelado por los apóstoles? El nombre de “Señor”, Kirios en griego, que significa Dueño de todo lo creado. En los tiempos de Jesús el Señor era el César, el Emperador que se consideraba dueño de todos los territorios de su imperio, y los bienes y personas contenidos en ellos. “César es el Kirios” decían ellos, pero los cristianos lo negaban proclamando que “Jesucristo es el Señor, el Kirios dueño de la creación”. Los apóstoles proclamaban: 

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” (Hechos 2:36) 

Las consecuencias que este título de Jesucristo tiene en nuestras vidas como cristianos son tremendas: a) Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos propiedad de Jesucristo; b) Ya no somos siervos del diablo y del pecado, sino siervos de Cristo y la justicia; c) Todo lo que tenemos, tanto material como espiritual, le pertenece a Jesucristo, nada nos pertenece, somos sólo mayordomos de lo que se nos ha confiado; y d) Contamos con la completa protección de nuestro Señor, como pertenencia Suya. 

El libro de Apocalipsis habla también de un nombre nuevo para los cristianos, un nombre que se da en un juicio que nos considerará blancos, puros, ya limpios: “…y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.” (Apocalipsis 2:17) Parte de ese nombre es el de ser “siervos” del SEÑOR Jesucristo. 

 

© Pastor Iván Tapia

pastorivantapia1983@gmail.com