“Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
San
Juan 3:16
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stamos frente a un texto muy escuchado y repetido por la Iglesia, pues se considera que contiene en síntesis el mensaje central de la Biblia. En él se nos muestra el gran amor que Dios ha tenido por los seres humanos, un amor capaz de entregarse a Sí mismo, entregar a Su Unigénito, Segunda Persona de la Trinidad, para sacrificarse por el ser humano y así éste pueda encontrar la salvación de su alma.
Se inicia el texto con la conjunción “porque”, lo que significa que esta frase pronunciada por Jesús es una explicación de algo anterior. Veamos entonces los versículos que preceden a esta frase.
El Señor ha estado conversando con el fariseo Nicodemo y le ha enseñado esa verdad del Evangelio tan fundamental para la nueva vida, que es el nuevo nacimiento: “5…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:5,6) Pero el judío no lo ha comprendido, a pesar de sus amplios conocimientos de la Sagrada Escritura. Entonces el Señor le amonesta: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (San Juan 3:12)
Jesús continuó enseñándole lo siguiente -y estos son los 3 versículos anteriores al texto que nos ocupa-; en primer lugar: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.” (San Juan 3:13) Le recuerda que ningún hombre ha ascendido a la habitación de Dios. Puede que, según el conocimiento de Nicodemo, Enoc haya subido al cielo, pero en verdad fue arrebatado por el Señor a los cielos, mas no dice exactamente a qué cielo o lugar del cielo. También puede haber pensado en el profeta Elías que fue llevado en un carro de fuego a los cielos. Mas Jesús está hablando de Él mismo; nadie sube al cielo sino el que descendió del cielo. El único que realmente ha estado en el cielo es el que descendió del cielo: el Hijo del Hombre que está en el cielo, responde Jesús. Ese “hijo de hombre” es aquel del cual habla el profeta Daniel cuando dice:
“13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. / 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Daniel 7:13,14)
Nicodemo empieza a comprender a través de estas palabras que está frente a aquel Hijo de Hombre del cual habla el profeta y continúa la lección de Jesús para con este maestro de Israel diciendo: “14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, / 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan 3:14,15) Jesús se refiere a aquel pasaje en que serpientes venenosas atacaban al pueblo judío en el desierto y el Señor le indicó a Moisés que se hiciera una escultura de bronce que representara a una serpiente y que todo aquel que la mirara sería sanado. Nada le harían esas serpientes y la acción del veneno sería quitada de sus cuerpos. Naturalmente esa serpiente representa a Jesucristo que sería levantado en una cruz para que todo ser humano que lo viera y creyese en Él quedara inmune al veneno del pecado, no sufriera condenación y obtuviera la vida eterna por medio de la fe.
Y ahora sí lo enfrenta a este texto tan importante de la Biblia que manifiesta el gran amor de Dios para con el ser humano “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan 3:16)
Haciendo un breve análisis de los ítems que contiene, podemos decir lo siguiente: La frase inicial “Porque de tal manera amó Dios al mundo” transmite la idea de un Dios de amor, pero de un amor extremo que se da por entero al ser humano. Es el mismo Dios del Antiguo Testamento, pero ahora se presenta en forma más evidente como un Dios de amor.
La segunda frase dice “que ha dado a su Hijo unigénito”. Este Dios ha entregado a Alguien muy importante para Él, su Hijo. Recuerda esto aquel sacrificio que intentó hacer Abraham de su hijo Isaac como una demostración de obediencia y completa confianza en Jehová, allá en el monte Moria. Jesús llama al Hijo “unigénito” porque es el Hijo Único del Padre, es un hijo no en sentido biológico sino espiritual; es el más cercano al Padre y es Dios mismo. Su Unigénito se hace hombre en Jesucristo y de ese modo se revela Dios a la Humanidad, como el Salvador del mundo.
Luego expresa que es necesario creer en Él: “para que todo aquel que en él cree”. Para los seres humanos es difícil creer en un Dios invisible y buscan de algún modo una representación. En el caso del Hijo de Dios éste se humanará, se hará humano visible.
Finaliza el texto con: “no se pierda, mas tenga vida eterna.” Habla de perderse pues después de la caída el ser humano está perdido; su destino está trazado desde el momento en que nace y es el Infierno, la condenación eterna. La raza humana está condenada, pero Dios ha enviado del cielo esta tabla de salvación que es Jesucristo crucificado, el Hijo de Dios hecho Hombre. El Unigénito del Padre ha venido para darnos la salvación.
Como a Nicodemo, no nos queda otra cosa que abrazarnos a Cristo y recibir el precioso regalo que Dios nos otorga por misericordia: la salvación eterna de nuestras almas. Amén.
Oración: ¡Te alabamos Padre, por Tu gran amor por la Humanidad, Tu creación! Gracias por darnos esta maravillosa oportunidad de rescatar nuestras almas del Infierno. Sólo te pedimos perdón por nuestras iniquidades y te rogamos que nos ayudes a comprender y caminar cada día en Tu voluntad. En el nombre de Tu Hijo, nuestro Salvador. Amén.
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Pastor Iván Tapia
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