así también yo os he
amado;
permaneced en mi amor.”
San Juan 15:9
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l Padre Dios ama profundamente a Su Hijo. Cuando fue el bautismo de Jesús, narra el Evangelio: “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (San Mateo 3:17) Y cuando en el monte Jesucristo se transfiguró como ser celestial, conversando con Moisés y Elías: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.” (San Mateo 17:5) El Padre se complace en Su Hijo, “está orgulloso de Él” diríamos en términos terrestres. Y no sólo le complace, sino que le ha asignado una tarea, por eso ordena que le oigamos a Él; tenemos que escuchar a Jesucristo.
Alguien podría argumentar que el Padre no ama al Hijo porque le envió a morir a la Tierra, a ser cruelmente rechazado, perseguido, humillado y finalmente clavado en una cruz. Pero recordemos que el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo conforman una unidad, es la Santísima Trinidad. Los Tres están de acuerdo, no se contradicen porque los tres tienen un mismo propósito, sienten y piensan lo mismo a pesar de ser tres Personas. Son las únicas personas que piensan igual entre ellas en el universo. En nuestro mundo hasta los gemelos o trillizos piensan y sienten distinto; de lo contrario no podrían casarse pues amarían a la misma persona. Pero en Dios no sucede así. Los tres aman Su creación y la cuidan, aunque cada Uno desde Su posición.
Está muy claro en el Evangelio que Jesucristo entregó Su vida de mutuo propio, no que le obligara, violentara o exigiera el Padre hacerlo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” (San Juan 10:17,18) Jesucristo puso Su vida a disposición de la Divinidad y del Hombre, por amor a Dios y al ser humano entregó Su vida como sacrificio expiatorio. Y por ello el Padre le ama, porque estuvo dispuesto a salvar su amada creación. Por tanto, desechemos esa idea de que el Padre mandó a Su Hijo al matadero y si lo hizo fue por Amor. Si Cristo es el Creador de la vida, Él puede quitarla y volverla a dar. Tampoco le quitaron la vida los sacerdotes, romanos o el pueblo, sino que de suyo la entregó. Y tres días después volvió a tomarla del Espíritu Santo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)
El amor del Padre por el Hijo es de satisfacción por la obediencia, disposición, humildad y misericordia que tiene Su Hijo. Hay una consonancia absoluta entre Él y Su Hijo.
Jesucristo dice que, así como el Padre lo ha amado a Él, también nos ha amado. Puede referirse a la intensidad de Su amor o bien a las razones de ese Amor. No creo que sea por esta última causa ya que nosotros somos pecadores llenos de defectos al contrario de Cristo que es Santo. El Padre tiene complacencia en Su Hijo, está complacido de Él; ¿de qué podría complacerse Jesucristo en sus discípulos o de nosotros? Antes de nuestra conversión de nada, después de alguna cosa más aparte de la fe. Creo que Jesús nos ha amado con el mismo Amor con que el Padre le ama a Él, pues Dios Ama intensa y verdaderamente, ama sin medida. Cuando aplica Su Ley y castiga también está amando, como cuando un padre disciplina a su hijo, lo hace por su bien y porque es lo justo. En Dios están equilibrados el amor y la justicia.
El amor de Jesucristo por los seres humanos se demostró completamente en Su sacrificio. Mostró Su amor por la gente en cada sanidad; cuando se condolió por su hambre y les dio a comer panes y peces milagrosamente conseguidos; cuando hizo milagros poderosos como acallar la tempestad o resucitar a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naín y a Lázaro; en fin, cuando limpió leprosos y enseñó a los despreciados samaritanos. Pero el mayor acto de amor fue haber dado la vida por la salvación de la Humanidad pecadora. Ese amor debe movernos a amarlo a Él intensamente, tal como Él nos ama: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; / y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2 Corintios 5:14,15)
Jesús nos ordena permanecer en Su Amor. En otras palabras, imitando el amor que Dios Padre tiene para con Él y Su propio Amor para con el Padre, además del Amor que nos ha dado a nosotros al dar Su vida. Esto significa que tenemos enfrente un modelo de Amor, es amor Divino, no el amor humano que es voluble y a veces se termina, sino un amor profundo, real, no tan sentimental, más bien racional que lo da todo por el otro: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. / En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (San Juan 13:34,35)
Ese amor marca al discípulo de Cristo, lo identifica y es una luz que guiará siempre su vida. Permanecer en este tipo de amor nos llevará a auto observarnos cada día, procurar actuar en forma correcta con nuestros hermanos y prójimos, a no envanecernos y buscar servir a Dios en lo que Él nos indique, cumplir la misión encomendada. ¿Está usted buscando la luz de Dios en la oración y lectura de Su Palabra diariamente? ¿Se observa usted a sí mismo en sus pensamientos y sentimientos con relación a los demás? ¿Reflexiona usted en cómo actúa con su prójimo? ¿Cómo está sirviendo al Señor? ¿Qué misión le ha confiado Él?
Oración: Padre, te damos gracias por el Amor Divino que le has dado a Tu Hijo y cómo Él lo ha correspondido. ¡Cuán gran amor demostró Jesucristo por nosotros! No tenemos forma de mostrarle nuestra gratitud, sólo donarnos completamente a Él, que es a Ti también y al Espíritu Santo, quien día a día nos impulsa a amarte tanto como a nuestro prójimo. Vuestro Amor de Dios Trino es un ejemplo y una luz para nosotros. Nos compromete a esforzarnos cada día más en Tu Gracia. Te alabamos y bendecimos, en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor. Amén.
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Pastor Iván Tapia