“No
os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta.”
Romanos
12:2
C
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uando
la Palabra habla de conformarse, aquí se refiere a tomar la forma o amoldarse a
este mundo y sus falsos valores. Por supuesto que hay algunas cosas que andan bien,
pero hay todo un sistema que propicia el materialismo, la mentira, la sensualidad,
la corrupción... Es aquello a lo que no debemos rendirnos, “conformarnos”.
Transformación
es lo que aconseja el Señor, que se produzca una metamorfosis, un cambio
profundo. No tan sólo un cambio de palabras y costumbres, sino un cambio de
ideas, de mentalidad, de enfoque de la vida. Jesús impulsa un cambio de
valores; quiere producir una vida virtuosa.
Esa
transformación sólo es posible por medio de la renovación de la mente o
entendimiento. Necesitamos comprender la vida ya no desde la lógica de la
competencia, de la búsqueda del éxito, del poder, del dinero o del placer, sino
desde una nueva perspectiva, la de la fe en Dios, el amor a Él y a todo lo creado,
la esperanza de un mundo mejor y con una conciencia en paz.
Cuando
Cristo renueva la mente de la persona, comienzan a observarse cambios en ella,
en su vida, en su modo de pensar, sentir, hablar y actuar. Recién en ese
momento se puede comprobar la voluntad de Dios. Mientras no vivamos esta
experiencia no podemos decir que conocemos la voluntad del Señor, pues para Él
conocer es experimentar.