Esta no es precisamente una reflexión teológica, en el sentido más ortodoxo, sino que más bien arranca de una especulación. ¿Tenemos todos los cristianos el mismo Dios? Obviamente Dios es Uno solo, el Dios Trino, Sabio, Justo, Misericordioso, revelado en la Biblia; pero ¿qué tanto lo percibimos cada cristiano? No hablo de las diferencias que pueda existir por doctrina (luterana, presbiteriana, pentecostal, católica, etc.) sino más bien aquellas que surgen de nuestra madurez espiritual.
¿Saben por qué me he puesto a reflexionar este tema? Pues, hablando, observando y escuchando las sabias enseñanzas de un líder cristiano avecindado en nuestro país. Pensé: ¿Cómo sentirá él a Dios en su oración? ¿Será "su Dios" -por llamarlo de una forma- tan benevolente como el mío? ¿o será un Dios más severo? Y el asunto no es que Dios se haga distinto para cada cristiano, sino que cada hijo de Dios lo percibe diferente, a través del tamiz de su propia personalidad. Entonces hice el ejercicio intelectual de pensar en algunos de ustedes, mis queridos hermanos, a los cuales conozco en parte, y tratar de ver como sienten al Señor. Compartiendo la oración en voz alta y escuchando, no por curiosidad ciertamente, me he podido percatar de la diversidad de formas de relacionarse con Él. Sus características de misericordia y severa justicia o disciplina, por ejemplo, tienen diversos matices, tal vez según el entendimiento que se tenga de Dios.
Extendí luego mi pensamiento hacia los grandes hombres de la Biblia. ¿Sentiría el Apóstol Pablo a Dios igual que el joven Marcos, que abandonó por temor la misión evangelizadora? ¿Tendrían los apóstoles Pedro y Juan idéntica visión del Señor? Ambos le siguieron como "pescadores de hombres", ambos le acompañaron en Su ministerio por Galilea y otras ciudades de Tierra Santa, mas sólo uno caminó sobre las aguas en tanto sólo el otro apoyaba su cabeza sobre el cariñoso pecho del Señor. Estamos de acuerdo que Jesucristo es Uno solo, como usted y yo tenemos caracteres, modos de pensar y sentir distintos, pero no somos percibidos igual por todo el mundo. ¿Sería para la gente que le seguía, pero que luego lo abandonó en el Calvario, el mismo Jesús que para los Doce? ¡Por supuesto que no! De lo contrario se habrían sumado a aquellos y aquellas que le acompañaron cerca de su cruz.
Piense usted que para muchos Dios es solamente el Creador, para otros un Dios de Amor, o un Juez muy exigente y castigador, el Dios del Juicio Final de la Capilla Sixtina. Para nosotros puede ser el Salvador que nos liberó del yugo del pecado y las tinieblas, o el Señor y Dueño de nuestras vidas. Habrá quienes lo perciban más como un Amigo, otros un Socio en la Obra de la Iglesia, etc. etc. Mi tesis es que esta percepción o visión de Dios es progresiva y la realiza el Espíritu Santo a medida que vamos relacionándonos más y más intimamente con el Señor, es el resultado de una vida de oración y reflexión con Él. Paulatinamente, como en las innumerables capas de una cebolla, vamos descubriendo esta Persona múltiple y maravillosa que es nuestro Dios, el Señor Jesucristo. Ahí se explica por qué hay cuatro evangelios y aún un quinto, el de San Pablo, ¡y cuántos más, según cristianos ha habido en la Historia de la Iglesia! Amados hermanos: de ningún modo quiero afirmar que hay muchos Cristos -tal aseveración sería una herejía- sino que hay diversos ángulos y profundidades desde los cuales observar y relacionarnos con Él.
En la medida que nos acerquemos más a Cristo, la Luz del mundo, veremos más claramente Quién es Él, podremos discernir con mayor presición Su Persona y estaremos más cerca de la Verdad. Les insto a continuar buscándolo, no porque Él se haya extraviado -como se burlaba Nietzche-, sino porque a veces nosotros nos extraviamos y alejamos de Él, la Persona más importante para el universo (pues lo sostiene con Su Palabra), para la Iglesia (pues es su Cabeza) y para usted (pues Él es el que le da la luz de la Vida)
1 Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. 2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. 3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 2 Corintios 4:1-6